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De Vuelta Al Vino

Hace ya bastante tiempo que no publicaba nada. No por falta de motivos, sino porque ciertos problemas técnicos con esta web me arrastraban por la calle de la amargura. Resueltos los mismos gracias a la inestimable ayuda de dos apreciados expertos, puedo volver poco a poco a una actividad que me apasiona tanto como catar, probar y disfrutar de buenos vinos.

Mientras volvamos a hablar de bodegas, vinos y sus creadores, quiero aprovechar este primer artículo para elaborar un listado, al más puro estilo Javier Caravaca, de los vinos que más me han hecho disfrutar este año. Hay en él vinos blancos, vinos naranja, vinos tintos y espumosos. Puede que me cueste decir cual me ha gustado más o colocarlos en un orden del 1 al 10. Cada vino ha sido no solo una copa, sino que ha sido un momento, una persona, un lugar. Cada uno engloba todo eso y alguna que otra cosa más. Quizás tú que me lees puedas pensar que un Domaine Thillardon Chenas Les Vibrations 2020 no sea para tanto, pero para mí ese vino incluye el sitio donde lo probé, el restaurante Santerra de Madrid, la mesa del fondo separada de las demás (todo un lujo), el menú, y sobre todo, la persona con quien lo compartí @patricia.s.r22. Todo ello hace que sea uno de los vinos tintos que más me han hecho disfrutar este año. No estás de acuerdo? Me parece fenomenal, pero esta lista la hago yo ;–)))

Quedan nueve vinos por comentar.

En los últimos años bebo más blanco que lo demás. Me hacen disfrutar tanto los vinos blancos que me cuesta dejar pasar la oportunidad de probarlos. De hecho, en otra visita a Santerra, esta vez a La Barra, descubrimos un vino de Alexandre Jouveaux. Alexandre es un antiguo fotógrafo de moda convertido en viñador en la Borgoña, concretamente en Macon. Conocía su O 2016 gracias a Mario Tarroni de L’Alquimista en Valencia. Me gustó mucho, si bien la volátil tapaba un poquito lo demás. Combarnier 2020, el vino que probamos, fantástico. Fantástico de verdad. Posteriormente probamos el 2019 pero tenía un poquito de carbónico que no me moló tanto.

También hemos probado mucho Champagne y muy bueno. Voy a elegir dos. De entre todo lo probado y disfrutado de Laherte Fréres, que ha sido mucho, me quedo con el Rosé de Meunier.  Este año he descubierto la Meunier para el Champagne y me ha enamorado. Y sin duda, el champagne de este año ha sido Amaury Beaufort Les Jardinot 2020. Una auténtica maravilla. El primero disfrutado en una cata de champagnes con grandes amigos y el segundo en casa.

Veamos vinos naranja, verdadera razón de ser de esta web. Como es lógico, he probado mucho. Más de los que me han gustado que de los que no, por suerte, aunque también ha habido bastante vino naranja malo. De entre los que más me han gustado me quedo con Movia Lunar 2013 y Skerlj Vitovska 2016. El primero esloveno, elaborado por Aleš Kristančič, de Goriška Brda. El segundo es obra de Matej Skerlj en el Carso italiano. Y fuera de la lista está mi vino naranja favorito, con el que este año tuve ocasión de reencontrarme: Solo MM15, la maravillosa Vitovska del Maestro Paolo Vodopivec, también del Carso.

Creo que voy camino de pasarme de rango porque todavía me quedan unos cuantos vinos por mencionar.

Vinos blancos de por ahí fuera: Ridge Chardonnay Monte Bello 2017, Santa Cruz Mountains, California. Maravilloso. Al igual que otro vino presentado por Mario Tarroni: La Grange de L’Oncle Charles Mille Lieux 2022. Un blend alsaciano de Gewürztraminer, Muscat, Pinot Blanc, Pinot Gris, Riesling, Sylvaner y Auxerrois. Un gran descubrimiento esta bodega que elabora otros vinos fantásticos. Para acabar con los de fuera, un Chardonnay Premier Cru de Chablis disfrutado en La Cigaleña (Santander): Alice et Olivier De Moor Vau de Vey 2020. Como los demás, maravilloso.

Dos tintos más. Soy fiel admirador de Turley Wine Cellars, con un Zinfadel de Paso Robles en este caso: Dusi Vineyard 2016, muy cerca del 2014, que sigue siendo mi añada favorita. Y un vino que me ha hecho soñar con tantas cosas elaborado por Goyo García Viadero en 1986, su GGV, su primer vino natural. No puedo decir más de este vino aparte de que hay que probarlo para creerlo.

Para ir terminando, volvemos a blancos y en este caso, nacionales. Mi admirado Rodri Méndez elabora cada ciertos años su Mª Luisa Lázaro. Abrimos la ultima botella restante de la añada 2013. Algo increíble. Dos vinos que nos descolocaron mucho y que no acertamos con ellos (catamos siempre a ciegas) han sido Envínate Palo Blanco 2019 e Itsasmendi Jauregi Abadiño 2018. Listán Blanco canario el primero y Petit Manseng vizcaíno el segundo. Para cerrar este listado, dejo un maravilloso Albariño elaborado por Manuel Moldes: Fulcro A Pedreira 2018. Increíble este vino, que además sí que acertamos.

Pues hasta aquí mis 10 mejores vinos de 2024 (queda todavía un poco de año). Como ves, mucho vino natural, ¡pero qué demontres! Es de lo que hablamos en esta web.

Viaje En Tren Por Croacia

Esta es la historia de un viaje en tren muy particular. Es un tren bastante diferente. Nos referiremos a su conductor como el Makinista. Este tren atraviesa valles profundos y tierras altas, amplios meandros y praderas estrechas. Bosques, lagos, bosques, viñedos… puedes verlos repartidos alrededor de las vías del tren. Nuestro tren partió de la estación de Kanfanar, en Istria, Croacia. Para ponerlo en marcha, el Makinista añadió un poco de carbón a la caldera de la máquina del tren, ya que era un viejo ferrocarril de vapor. Por delante había un largo viaje hasta Rovijn, con dos paradas por el camino: Okreti y Sošići. Para este viaje, el Makinista ha traído consigo algunas flores. Son parte de un regalo, un regalo sorpresa para un ser querido. Luego, al llegar a Rovijn y tras una breve parada, el tren hará su viaje de regreso a Kanfanar. Esta línea de tren se conoce como La Línea.

Esta hermosa historia de trenes nos sirve para presentar a un productor de vino ecológico y natural de Istria: Danijel Bastijačnić, propietario de Vina Lunika. El vino ha estado en su familia durante varias generaciones, ya que fue su bisabuelo quien empezó a plantar vides. Ahora Danijel es quien lleva una pequeña finca, alrededor de unas 3 hectáreas, en las que ha plantado en su mayor parte Malvazija y también algo de Pinot Gris y Yellow Muscat entre las variedades blancas y Red Muscat, Teran, Borgonja y Cabernet Sauvignon entre las tintas.

Danijel trabaja en ecológico y también sigue métodos biodinámicos. Para sus vinos blancos le gusta hacer diferentes maceraciones con las pieles. En el caso de su Malvazija hasta seis meses. También realiza largas maceraciones con sus vinos tintos, llegando con uno de ellos, el Terán, a un año en los hollejos. Le gusta usar cantidades bajas de sulfitos, por debajo de 20 mg/l, principalmente para proteger los vinos.

El nombre de Vina Lunika proviene de los nombres de sus dos hijas, Lucija y Anika. Para dar nombre a sus vinos, encontró su inspiración en esa línea de tren de su infancia, donde los campos de juego estaban cerca de la locomotora poblando el aire de nubes de vapor y aromas de carbón quemado. Danijel produce cuatro Malvazijas: Prima Volta (Primera Vez), Station, Viaggio Lungo (Viaje Largo) y Ritorno. Viaggio Lungo es el que macera con los hollejos durante seis meses. Un rosado de Borgonja se llama Mi Fior (Mi Flor). El Teran básico se llama Tender y Carbun es el nombre del Teran que pasa un año en las pieles con dos años más en barricas de roble. El Yellow Muscat se llama Regalo, un vino dulce elaborado al estilo Passito. El Red Muskat se llama Sorpresa y Makinista da nombre a su Pinot Gris.

Los vinos blancos pasan todos por diferentes periodos de maceración con las pieles. Makinista y Prima Volta durante dos días, Ritorno y Station durante diez días y Viaggio Lungo durante los seis meses que hemos comentado. Así es como a Danijel le gusta trabajar con ellos, al estilo tradicional de Istria. Viaggio Lungo es un vino increíble. Se podría pensar que es un vino extremo después de su larga maceración, pero es un vino suave y sedoso. Aromas suaves a miel y albaricoque, paladar delicado de un vino naranja bellamente elaborado. Uno de esos vinos que sigues disfrutando embelesado por su perfume y textura.

Danijel Bastijačnić tiene una forma fascinante de trabajar con sus vinos. Hablaremos pronto con él para saber más al respecto.

Fotos (C) Vina Lunika

Melanie Hickman: «Me encanta la naturaleza holística de la biodinámica; mirar la granja como un organismo vivo.»

Hace un tiempo hablábamos de Struggling Vines, la marca que usa Melanie Hickman para producir sus vinos. Hoy hablamos con ella de su pasión por la viticultura y la vida. Ha escrito un libro sobre los motivos que la trajeron de su Estados Unidos natal a la Rioja. Es un libro cuya lectura recomiendo mucho.

Buenos días, Melanie, y gracias por tu cooperación. Nativa de Ohio, de un pequeño pueblo llamado Prospect (población: 1000 personas) viniste, pasando primero por Hawaii, hasta llegar a Elvillar, Álava, con una población aún menor. ¿Cómo fue dar un paso tan grande en tu vida?

Dejé mi ciudad natal cuando tenía 18 años debido a su tamaño limitado. Después de años viviendo en ciudades, irónicamente mis raíces de pueblo pequeño me prepararon de muchas maneras para este momento de mi vida. Fue un poco chocante al principio, pero me encantan los buenos desafíos. Donde vivimos es como un pequeño oasis de la naturaleza. No requiero mucho y soy feliz con una vida sencilla. Estamos rodeados de viñedos, animales y naturaleza. Puedo montar los caballos cuando quiera. ¡Creo que soy bastante afortunada! Las cosas pequeñas me mantienen contenta y conectada a tierra.

¿Cómo te involucraste en el mundo del vino en primer lugar?

Recuerdo beber vino en la universidad y querer aprender más. Tomé una clase muy básica en ese momento, pero nadie a mi alrededor tenía mucho interés, así que creo que, como la mayoría, comienzas a probar cosas nuevas y aprender poco a poco. No me tomé el vino en serio hasta Hawaii. Fue entonces cuando comencé a convertirlo en un verdadero pasatiempo. Empecé a tomar más clases y, al hacerlo, mi vida social comenzó a integrarse con otras personas de ideas afines, a menudo a un nivel mucho más alto que el mío, lo que me benefició, ya que podía aprender de ellos.

David Sampedro y tú, compañeros de vida y de crimen, elaboráis una amplia gama de vinos. Sin embargo, elaboras cuatro vinos por tu cuenta: Phinca Hapa Blanco, Phinca Hapa Tinto, Phinca San Julián y recientemente Carrakripan. ¿Cuál es vuestro objetivo con estos vinos, diferente a lo que hacéis con el resto de vinos?

Mis vinos generalmente pasan menos tiempo en roble que los vinos de David. Quiero vinos que hablen del lugar, serios, pero que sean más frutales. También son más un reflejo de mi personalidad, supongo. Un poco más ligeros, divertidos, pero con profundidad.

Un día paseando por el pueblo, encontraste un viñedo que posteriormente comprarías y lo bautizaste Hapa. ¿Qué tenía de mágico?

Esto sonará absurdo para aquellos que no son amantes de los animales, pero me llevó mucho tiempo recuperarme después de perder a mi perro. Recuerdo sentir este impulso interno de encontrar algo que lo recordara, como lo prometió David… pero esa es otra historia. Por fuera no era el perro más lindo, pero por dentro era hermoso. Era un pitbull blanco de rescate y cuando me topé con un viñedo de suelo yeso blanco, plantado con una cantidad importante de uvas blancas… No sé, era un día hermoso y tal vez como Hapa me había hecho hace muchos años, llamándome para que lo rescatara, aquella viña hizo lo mismo. En este caso, era un viñedo muy hermoso que necesitaba ser rescatado después de muchos años de productos químicos agresivos y tóxicos que vienen con la agricultura convencional. Soy una romántica peligrosa como puedes ver.

Maceras todos tus vinos blancos con las pieles. Por qué lo haces y cuéntanos algo sobre Phinca Hapa Blanco.

Siempre hemos fermentado nuestros blancos con los hollejos. Algunos vinos y/o añadas solo unos días mientras que otros pasan toda la fermentación con los hollejos. La Viura no es una variedad aromática y el contacto con la piel ayuda a potenciar sus sabores y dar cuerpo al vino. Conocía el contacto con las pieles pero no la maceración prolongada. Propuse una maceración más larga con Hapa Blanco. David dudaba en dejar macerar el vino mucho tiempo sin que lo acompañara el proceso químico de fermentación. Quería asegurarse de que el producto final no fuera defectuoso debido a las bacterias que pueden desarrollarse cuando el vino permanece mucho tiempo con las pieles. Nos encontramos en el medio y nos decidimos por un blanco de maceración carbónica. Fue un movimiento arriesgado ya que no pudimos encontrar ninguna otra bodega que produjera un vino blanco de maceración carbónica, por lo que fue el primero que nosotros supiéramos. Colocamos el racimo entero en un depósito de hormigón sin prensar la uva. No añadimos levadura comercial por lo que el proceso de fermentación es mucho más largo, normalmente unos 60 días en depósito. Prensamos cuando el mosto está cerca del 80% fermentado y termina la fermentación a su tiempo en un foudre grande.

Primero el trabajo ecológico en los viñedos, luego las prácticas biodinámicas… ¿Qué os atrae de esta filosofía?

David convirtió sus viñedos en ecológicos en 1999 y aprendió sobre biodinámica unos años más tarde mientras trabajaba en Francia durante la vendimia. En ese momento, sintió que a sus viñedos les faltaba algo en su conversión a ecológicos. Quería ver más biodiversidad en los viñedos. Es un escéptico por naturaleza, pero experimentó con algunas aplicaciones y realmente le gustaron los resultados. Nos conocimos en 2008 y nuestras conversaciones sobre la agricultura biodinámica fue una de las razones por las que conectamos. Tiene un lado ambiental profundamente hermoso que no suele mostrar.

Hablando por mí misma, me encanta la naturaleza holística de la biodinámica; mirar la granja como un organismo vivo y tratar de comprender y conectarse con los ecosistemas únicos en su interior. Encontrar el equilibrio es clave. Es un desafío para mí, ya que requiere que disminuya la velocidad y observe el suave flujo y reflujo de la naturaleza, la influencia de la luna, las estrellas y cómo eso afecta las parcelas de tierra que tengo la suerte de tener bajo mi cuidado. Gran parte de nuestro mundo nos aleja de la naturaleza y me encuentro renovada en la naturaleza, alimenta mi alma, mientras que la tecnología y similares me agotan. Steiner hablaba a menudo del materialismo, su conexión con el ego y cómo eso degrada a la sociedad. Siento que estamos en una pequeña crisis espiritual en este momento y necesitamos cambiar nuestro enfoque del exceso y del ego hacia la comunidad y la naturaleza que nos da vida.

Ahora tenéis a la vista certificaros como viticultores biodinámicos. ¿Cuál es vuestro objetivo con esta certificación?

Este ha sido un objetivo durante años, pero era imposible con solo David y yo manejando todo entre nosotros dos. Contratamos a una persona para la oficina el año pasado, lo que nos quitó mucho trabajo y ahora hemos completado el proceso de certificación. Estamos esperando confirmación para poder decir oficialmente que estamos “en conversión”. Decidimos buscar la certificación ya que da credibilidad a nuestro trabajo. Otro elemento que es muy importante en el proceso de certificación con Demeter es que requieren una dedicación del 20% del proyecto a la biodiversidad, lo que creo que es crucial para cambiar el sistema de monocultivo sin vida, salud del suelo y equilibrio.

¿Algún otro paso más a la vista?

Tengo opiniones firmes sobre la biodiversidad y cómo debemos tratar la tierra, por lo que liderar ese cambio es mi prioridad. Hemos invertido mucho tiempo, energía y dinero plantando plantas aromáticas nativas como setos. Quiero dar un paso más y comenzar a integrar más árboles en nuestros viñedos. Tengo aproximadamente 70 árboles jóvenes que cultivé desde las semillas de melocotones de viñedo (melocotones de secano) que recolecté de mi viñedo San Julián. Usaré estos retoños para poner en marcha mi proyecto. Tuve la idea el año pasado cuando el padre de David llamó mi atención sobre el hecho de que algún día estos árboles podrían no existir a medida que los agricultores continúan enfocándose en prácticas de monocultivo que ya no valoran los árboles en los viñedos. Todavía tengo que investigar un poco más, pero mi objetivo es plantarlos este invierno.

A partir de ahí me gustaría ir creciendo con la idea a medida que aprendemos más agroforestería. Comenzar con melocotoneros es un matrimonio perfecto entre la biodiversidad y proporcionar alimento a mis abejas, otra obsesión mía. Actualmente tengo cuatro colmenas en dos parcelas diferentes. Espero atrapar nuevos enjambres la próxima primavera en algunos otros viñedos míos que son ricos en biodiversidad. Uno en particular, El Vedao en Kripan, es el escenario perfecto. Es un viñedo que plantamos en terrazas abandonadas que recuperamos en 2020. Está rodeado de bosque y el año pasado plantamos más de 1.000 romeros en los setos que separan las terrazas. La idea es que una vez que las raíces se arraiguen, se deslizarán y cubrirán las malezas altas que crecen, lo que disminuirá la cantidad de trabajo necesario en el viñedo y al mismo tiempo proporcionará forraje para las abejas. 

¿Cómo os está yendo con el nuevo sistema de vinos de viñedos únicos?

Por el momento, este no es un objetivo nuestro. Aunque me hace gracia porque cuando salió era casi un reflejo exacto de nuestra bodega. Los vinos de pueblo y de viñedo único siempre han sido el núcleo de nuestra filosofía y muchos de nuestros distribuidores han trabajado con nosotros desde el principio, por lo que realmente no cambiaría nada. Estoy feliz de ver que gana popularidad si tiene sentido para la bodega o el viticultor. Sin embargo, personalmente lo comparo con más papeleo. Hemos registrado algunos de nuestros vinos en “Vino de Municipio” pero hasta que no vea la luz al final del túnel en lo que respecta a la administración, no estará en la parte superior de mi lista.

¿Qué tipo de vino te gusta disfrutar cuando no estás trabajando?

Me encanta probar vinos de todo el mundo. Tiendo a gravitar hacia Jura, pero a menudo no abro una botella solo para mí. Prefiero compartirlo con amigos. Recientemente, he estado re-explorando los Pinot Noir de Oregon pero es más difícil encontrar productores pequeños e interesantes que exporten a España, así que lo que no puedo llevar a casa en una maleta, lo dejo para mis viajes.

¡¡Muchas gracias por tu colaboración, Melanie!!

Manu Requena y los vinos naturales de Vinos Indar

Manu Requena viene de larga tradición familiar agrícola y vinícola. Las nuevas generaciones siempre suelen moverse en dirección opuesta a sus predecesores y eso es lo que ha hecho Manu. Desde los tiempos de su tatarabuelo, aunque fue su tatarabuela quien plantó el primer viñedo allá por 1935, se ha hecho vino en su familia, en la noble villa de Socuéllamos, provincia de Ciudad Real. La familia lo comercializaba hasta que en los años 50 del siglo pasado se implantaron las cooperativas en su pueblo. La tradición decía que el vino se criaba en tinajas y también en depósitos de cemento.

Manu decidió dedicarse a hacer vino cuando contaba con 22 años y optó por hacerlo de una manera más respetuosa con las uvas, los viñedos y con el propio vino. Y así fue como empezó a adentrarse en el mundo del vino natural.

Desde entonces han transcurrido ocho añadas (o son ya nueve?). Manu utiliza uvas provenientes de ocho hectáreas de viña certificadas en ecológico desde hace 20 años. Sin embargo, no fue hasta 2020 cuando Manu decidió sacar al mercado los vinos que elaboraba. Primero dos vinos, con unas escasas 2.000 botellas en total. Desde entonces ha crecido hasta las 7.500 botellas que elabora en la actualidad. Airén de vides de 90 años, Cencibel, Parellada y Macabeo son las variedades que utiliza para sus vinos.

Además de los viñedos familiares, Manu tiene proyectado recuperar viñas abandonadas de variedades autóctonas como la Tinta Velasco o la Crujidera. Un proyecto muy bonito que llevará algo de tiempo, pero tiempo y pasión son dos virtudes que Manu atesora, por lo que seguro que todo sale adelante.

Ya sean 1.000 o 7.500 botellas, esto es algo más que lo que puede hacer Manu por sí solo. Por ello tiene la suerte de contar con el apoyo de su familia y amigos en todas las faenas de laboreo y de bodega, incluyendo el diseño de las etiquetas. Y hay que decir todo esto porque Manu también es persona agradecida.

He comentado que Manu empezó a vender sus vinos en 2020. Para ello escogió el nombre de Indar para su bodega. En euskera Indar significa fuerza y también significa azada en castellano antiguo. El euskera viene de un periodo en el que su familia paterna emigró a Bilbao.

Sus dos vinos con mayor producción son Lebrel, elaborado con Cencibel, Airén y Macabeo, con poco más de 2.500 botellas de la añada 2021, e Indar, elaborado con Cencibel y Parellada, con unas 1.300 botellas. Este vino es el que ha atrapado mi corazoncito, ya que fermenta con las pieles 40 días y después del prensado pasa a tinajas durante ocho meses, ya que Manu considera que este recipiente respeta mucho más la uva.

El resto de la producción de Manu consiste en siete vinos con diferentes cantidades de botellas, llegando tan solo a las 140 un vino de vendimia tardía con quince días de maceración con las pieles que se llama Candongo.

He tenido la suerte de probar algunos de sus vinos de las añadas 2019 y 2020, y tengo que decir que lo que he probado me ha gustado. En sus vinos se ve que hay conocimiento, pasión, y sobre todo una gran ilusión por lo que hace y por el camino que quiere recorrer. Quiero visitar a Manu y probar más vinos suyos, más añadas, y estoy seguro de que me van a gustar mas todavía, porque cada añada es un aprendizaje y una fuente de experiencia para la siguiente añada. Si te gustan los vinos naturales elaborados con pasión, no dudes en probar los de Manu Requena. Para que nos entendamos: molan mucho.

En este enlace puedes ver un vídeo sobre Manu.

Pronto hablaremos con Manu Requena sobre sus vinos y su filosofía vinícola.

Imanol Garay, las emociones de un vino

Recientemente hablamos sobre Alfredo Egia, un vigneron artesano vasco que elabora unos Txakolis que hacen las delicias de quienes los prueban. Recuerdo que terminé el artículo diciendo que uno de sus vinos, Hegan Egin, me parece no solo uno de los mejores Txakolis que he probado sino también uno de los mejores vinos blancos que conozco. Alfredo hace este vino en colaboración con Gile Iturri e Imanol Garay.

Hoy quiero hablar de este último. Quién es Imanol Garay? Esta es una pregunta difícil de responder. No porque decir quién es sea algo complicado, sino porque describir a Imanol es otro asunto. A Imanol no lo describes con palabras, sean adjetivos o sustantivos. A Imanol tienes que describirlo con emociones, con sensaciones, con sentimientos. Factualmente, Imanol es un donostiarra que elabora vinos naturales en Francia cuya filosofía está basada en dejar que los vinos hagan su vida. Antes de conocerle había leído que uno de sus vinos blancos, Ixilune, había salido al mercado en su última añada como un ancestral. El motivo para ello es que Imanol no hace nada con sus vinos, sino que como he dicho deja que ellos sigan su camino. Ixilune no terminó la fermentación ese año, así que lejos de arrancar la fermentación con un pie de cuba decidió sacarlo tal y como el vino había decidido ser. Es que esa y no otra es la filosofía de Imanol: dejar que sus vinos se muevan por el camino que elijan sin que él intervenga en su desarrollo.

Pero Imanol no es sólo otro elaborador de vino natural más. Ya sabemos todo lo que se dice de los vinos naturales y hemos hablando mucho de ello, tanto aquí por escrito como en persona en incontables ocasiones. Imanol Garay no tiene nada que ver con todo eso, todo lo contrario. Para empezar, Imanol tiene el don de expresarse con la palabra. Este es un don que tiene muy desarrollado y que consiste sobre todo en que cuando empieza a hablar, sea de sus vinos, sea de música u otro asunto, te encandila desde el primer momento. Luego tiene otro don mucho más especial: Imanol es de esos pocos elaboradores que se expresa por medio de sus vinos. Un pintor puede hablarte de colores y luego enseñarte un lienzo en el que están reflejadas esas tonalidades. Un pianista te habla de codas y luego las plasma en un piano. Imanol te habla primero de sensaciones, de emociones, de sentimientos, de su interior. Luego te da a probar su vino. Entonces te das cuenta de que en la copa no hay aromas primarios o secundarios, malolácticos, frutales, florales. En la copa hay pasión, hay infancia, hay adolescencia, hay madurez, percibes los últimos rayos de sol durante el ocaso, está el frescor de la neblina del alba, la caricia del viento entre los árboles, las nubes rodeando la cima de una montaña, recuerdos de tu niñez cuando salías a jugar al campo y los aromas de verano te embriagaban. Todo ello está en sus vinos, y para poder captarlo Imanol te guía y te ayuda a hacerlo.

Para conocer a Imanol y su proyecto nos fuimos a Francia, que es donde vive y hace sus vinos. Para ser más exactos, en la comarca del Bearn, muy cerca de Orthez. Allí hay un pueblo llamado Maslacq, pueblo muy pequeño pero que cuenta con su propia rotonda y en el que nunca sospecharías que hay una bodega. Ni siquiera estando parados en el coche frente a ella, que es hasta donde nos llevó el GPS. Aún así, tuvimos que confirmar con él que habíamos llegado.

Como he comentado, Imanol trabaja de forma artesana y natural. Y trabaja de una manera excepcional. Hay que probar sus vinos y dejar que se apoderen de ti. Porque eso es lo que hacen. Sus blancos me gustan mucho. Ya he hablado de Hegan Egin. Su Ixilune es un vino que llevaba mucho tiempo en mi lista de pendiente y por fin pude probarlo. Es un vino elaborado con Raffiat de Moncade 50%, Petit Manseng 25% y Petit Courbu 25%, que hace una crianza de unos seis meses en barrica. Todo ello depende del año y del vino, por supuesto. No hay reglas escritas para hacerlo. Y la verdad es que me emocionó mucho poder probarlo con él. Es un vino muy personal, no en el sentido de que lo elabora Imanol siguiendo su criterio, sino que es un vino que hay que probar y conocer porque no es como otro. Probamos una añada en la que el vino era tranquilo y probamos también el ancestral.

Antes de seguir tengo que repetir que los vinos de Imanol son pura emoción. Puede que pienses que me dejo influenciar por él y por la visita y no te voy a negar que puedas tener razón. Es que ves a Imanol subido a la segunda fila de barricas para sacar un poco de vino y allí sentado empieza a hablarte del vino. Mientras lo probamos no te habla del porcentaje de cada variedad o de cuánto tiempo lleva en la barrica. Te explica las emociones que transmite el vino. Qué quieres que te diga? A mí me emocionan sus vinos. Y él también, qué demonios.

Catamos más cosas. Tiene Imanol otro blanco elaborado únicamente con Raffiat de Moncade que era una maravilla. Para que veas que no me ciego, una añada embotellada estaba muy tapada, con unos aromas que no me gustaban pero la añada que tenía en una barrica era pura magia. Esa era otra historia.

Probamos también tintos. Imanol elabora un vino con Garnacha de Aragón. Luego tiene también Cabernet Sauvignon y Trapat. Entre sus tintos me voy a quedar con Abiatu, Cabernet Sauvignon y Tannat. Abiatu es un vino que me atrapó desde el primer momento que cogí la copa. No preguntes por qué. No lo sé. Solo sé que mientras Imanol hablaba sobre el vino, yo sentía lo que el vino me estaba transmitiendo: emociones. El vino me abrazaba. Aún ahora lo recuerdo y sigo con esa emoción que sentía en la copa. Una nariz embriagadora y tan personal que no podía dejar de olerlo y catarlo una y otra vez. Su Tannat todavía en barrica también me gustó mucho mucho.

Comimos en la bodega rodeados de las barricas y entonces Imanol se puso a tocar un piano que tenía allí. Y el tiempo se paró. También en lo de tocar el piano Imanol es autodidacta. Y al igual que con los vinos, te hace disfrutar.

Al final no puedo decir qué fue lo mejor de aquel día tan especial. Puede ser sus vinos blancos, puede ser sus vinos tintos. Incluso puede ser escucharle tocar Txori Txoria de Mikel Laboa. Pero creo que lo mejor fue todo, fue tener la suerte de compartir un día con Imanol Garay.

Alfredo Egia: «Me importa que mis vinos sintonicen con tu cuerpo, que te hagan sentir bien».

Recientemente hemos hablado acerca de lo que Alfredo Egia hace con el txakoli en Bizkaia. Hoy hablaremos con él para conocer de su mano su trabajo.

Muchas gracias, Alfredo, por colaborar conmigo. Lo primero que me llamó la atención es que trabajas siguiendo los principios de la biodinámica. En qué notas que la biodinámica influye en tus vinos?

La biodinámica en ningún momento la entiendo como un fin en sí mismo. En mi caso hago uso de ella como un vehículo más en mi intrincación con la viña. No creo que la mera aplicación de preparados biodinámicos o la ausencia de fitosanitarios de síntesis hagan que un vino pueda trascender. Es naturalmente necesario que todo esto vaya acompañado de una intención, voluntad, ejercicio sincero y coherente del viticultor en pos de una transformación que ha de darse, tanto en su viña como en él mismo. A partir de ahí los cambios serán los que tengan que ser, acordes a la energía que se aplica en el proceso, y muy independiente del aparente resultado económico.

No resulta muy difícil en el norte trabajar de una manera tan artesanal como tú, siguiendo la biodinámica e intentado hacer el vino tan natural como sea posible?

Es cierto que tenemos un clima que no acompaña nada a la baja proliferación de mildiu y botrytis, y que por el momento entiendo muy importante un control en el vigor y productividad para una adecuada respuesta de la viña a la ausencia de fitosanitarios sistémicos o penetrantes de síntesis. En todo caso la biodinámica o prácticas similares deben ir acompañadas de una asunción de importantes pérdidas en producción. Nos han educado tanto hacia una agricultura productivista (llegamos a llamar “explotaciones” a nuestros cultivos) que he de reconocer que uno no parece estar nunca preparado para ver al mildiu actuar cada año.

Qué dificultades encuentras para ello?

Principalmente la intensidad del trabajo. La hierba crece continuamente y hay que desbrozarla, casi todos los años necesitas hacer tratamientos cada 12-15 días contra el mildiu, que aunque sean de dosis muy bajas requieren el mismo trabajo que cualquier otra sulfatada. Si además le sumas que la Hondarrabi Zerratia tiene una brotación irregular que requiere varias pasadas para conducir la vegetación pues trabajo no te va a faltar.

Qué tratamientos sueles hacer en el viñedo?

Únicamente antimildiu con cobre en forma de hidróxido, sulfato, oxicloruro y gluconato, cumplimentada a veces con un poco de azufre mojable en la Petit Manseng. Hondarrabi Zerratia como norma general no aplico azufre ya que el oídio no le afecta mucho. Las dosis normales por año son de 2-2,5 kg de cobre metal por hectárea. Se trata de dar de manera constante con dosis muy bajas para garantizar su presencia en la viña. Las acompaño de deccociones de cola de caballo y ortiga, leche de arroz y aceite esencial de lavanda que no veas cómo huele cuando preparas la cisterna.

Trabajas sobre todo con Hondarrabi Zerratia y Petit Manseng. Qué te proporcionan estas uvas?

Son variedades increíbles que aportan vegetalidad fresca, acidez, tienen esqueleto, algo de rusticidad pero aromáticamente son completas y demuestran vocación de ser “domadas” en su elaboración para que muestren su versión más completa y su capacidad de guarda. Sinceramente, y aunque se puedan hacer vinos muy interesantes también con otras variedades, no echo de menos ninguna variedad blanca más para mostrar la potencialidad de mi terroir. Creo que, al igual que justo al otro lado del Pirineo (Baigorri, Bearn, Pacherenc du VicBilh) estas dos variedades se complementan. Hondarrabi Zerratia (Petit Courbu en francés) aporta redondez, sapidez y Petit Manseng (Izkiriota Txiki en euskera) aromas de fruta y florales, aparte de grado alcohólico y acidez.

Tienes pensado trabajar con la Hondarrabi Beltza?

En principio no, dado que no es una variedad tinta de la zona donde trabajo, la comarca de Las Encartaciones de Bizkaia. En esta zona eran más típicas las variedades Gascón y Seña, desconocidas en el resto de la provincia donde sí estuvo más impuesta la Hondarrabi Beltza y similares. Recientemente se ha aprobado la inclusión como variedad admitida la Cabernet Franc, precursora genética al 50% de Hondarrabi Beltza. Posiblemente haga una pequeña plantación de alta densidad el año que viene de Cabernet Franc y más al futuro y una vez se solucionen aspectos legales y burocráticos otra con Gascón y Seña.

Colaboras con Gile Iturri e Imanol Garay en los vinos que elaborais en Bizkaibarne. De qué se ocupa cada uno?

La colaboración que hay entre todos se basa en una manera muy común de ver hacia dónde queremos ir. Sin duda la experiencia de Imanol en vinos de mínima intervención nos ha guiado definitivamente en este camino. Digamos que Imanol pone el “know-how”, Gile ejerce de bodeguero y yo de viticultor. Pero sobre todo lo más emocionante de todo esto es ver que tres, en vez de sumar, multiplican. Nos enriquecemos mutuamente de nuestras energías, compartimos visiones, emocionalmente llegamos a sentirnos cómplices y sentimos que los vinos nos acompañan en ese camino.

Qué características tiene un vino de Alfredo Egia?

Sobre todo lo que más me importa es que sea un producto que sientas que te hace bien, que sintoniza con tu cuerpo. Además, que sea creador o contribuyente de buenos momentos. Lo que más me gusta que me digan es que cuando tomaron mi vino fue un gran día. Los aspectos aromáticos, de cuerpo, acidez, etc. los dejo en un segundo plano, es más importante el equilibrio y el conjunto. Tenemos demasiada inclinación a diseccionar los vinos en vez de tomarlos y sentirlos.

Trabajas con uva blanca en el norte. Cuando veremos un vino blanco de Alfredo Egia macerado con las pieles?

Ya hemos hecho algo… pero para formar parte del coupage final. Para hacer un 100% skin contact tengo que aumentar algo la producción. Para ello la idea es ir transformando en biodinámicas el resto de viñas que tengo. Y es algo que en un momento dado he de sentir con una emoción bonita, no únicamente porque puedan estar más o menos de moda estos vinos. Seguro que cuando pruebe más vinos naranjas que me hagan sentir algo especial me lo planteo más en serio, cosa que se puede dar cuando uno menos se lo espera!

Muchas gracias por tu amabilidad, Alfredo!

Bojan Baša, los mejores vinos naranja de Serbia

He estado en Serbia en un par de ocasiones. La primera fue una de esas en las que no se probó ni una gota de alcohol. La segunda, en cambio, fue cuando tuve la oportunidad de degustar una variedad de vino local. Soy una de esas personas que “allá donde fueres, haz lo que vieres”, y cuando estés en Belgrado, bebe como beben los belgradienses. O belgradianos. No sé por qué, pero cuando fuimos a un restaurante para cenar, me dejaron elegir el vino. Me esperaba un montón de vinos extranjeros, ya que desconocía que se elaborase vino en Serbia. Pero me encontré con que en la carta había un montón de vinos serbios. Revisé las uvas, y cuando leí Prokupac, me dije; “este es el elegido”. Por cierto, era tinto. No recuerdo cuál era el vino, aunque recuerdo que era lo suficientemente bueno como para terminarnos la botella. Eso fue hace seis años (el tiempo vuela).

Desde entonces, he oído hablar de un productor de vino serbio cuyos vinos han empezado a ser apreciados en España, Oszkár Maurer. Y como sucede con la magia, he llegado a conocer a un amigo de Oszkár cuya producción está dedicada casi en exclusiva a la elaboración de vinos naranja. Hablamos de Bojan Baša.

Bojan dirige un proyecto familiar de vino natural (5,5 hectáreas de viñedos) exactamente en la margen derecha del río Danubio en la colina Fruška Gora entre Novi Sad y Belgrado, en el municipio de Sremski Karlovci.

Históricamente, este es uno de los lugares más antiguos para la producción de vino en Europa, que tiene sus raíces en el período antes de Cristo y el Imperio Romano cuando el decreto imperial del emperador Marco Aurelio Probus permitió por primera vez la plantación de vid fuera de la península de los Apeninos. Marco Aurelio Probus nació en el año 232 en Sirmium, ciudad actualmente conocida como Sremska Mitrovica en Fruška Gora Hill. Si queremos retroceder aún más en la historia, Fruška Gora fue una isla volcánica en el Mar de Panonia hace unos 10 millones de años que tuvo un fuerte impacto en el carácter y la diversidad de su suelo.

Bojan trabaja con variedades autóctonas como Tamjanika, Furmint, Morava y la internacional Pinot Grigio. En los años siguientes, Bojan planea plantar algunas variedades indígenas, históricamente características de esta zona como Grašac Beli, Sremska Zelenika, Lipolist, Medenac Beli, Bakator, la ya mencionada Prokupac, Kadarka, y también variedades que tienen una presencia comprobada en Fruška Gora durante más de 300-400 años como Riesling y Gewürztraminer.

El proyecto que Bojan está realizando es aún joven, teniendo en cuenta que su primer viñedo fue plantado en 2010 con Pinot Grigio y luego continuó a partir de 2014. Cada año hace un plantación de aproximadamente 0,5 ha de viñedo nuevo. Todos los viñedos tienen exposición sur y sureste, a 140-210 metros sobre el nivel del mar, en la margen derecha del río Danubio, en lo que podría considerarse cono una posición Grand Cru.

Actualmente Bojan produce alrededor de 12.000 botellas, pero quiere aumentar lentamente ese número hasta 17-18.000 botellas cuando la cosecha 2025 esté en el mercado. El cultivo de los viñedos es ecológico y sigue prácticas y preparados biodinámicas y no utiliza ningún tipo de pesticidas, herbicidas, insecticidas o fertilizantes artificiales. En la bodega, Bojan dice: “practicamos una intervención baja, trabajando tradicionalmente con la no utilización de los recursos enológicos modernos, respetando los procesos naturales y usando sólo cantidades mínimas de azufre justo antes del embotellado (y solo cuando es necesaria)”. En las añadas 2016, 2017 y 2018 estamos embotellados sin sulfitos añadidos. La fermentación alcohólica y maloláctica son espontáneas, con levaduras naturales sin control de temperatura. Los vinos no se filtran y para la fermentación y crianza que utilizan barricas de roble y acacia de 300 y 500 litros.

Una de las cosas que me gustan de Bojan es que le encantan los vinos naranja y es lo que produce. Solo hace vinos blancos macerados con las pieles. Ah, y siempre me rebate: “¡vinos ámbar!”.

Su primera cosecha fue 2013, y fue capaz de producir un muy emocionante y perfectamente equilibrado vino de color ámbar con mucha mineralidad. Es un Pinot Grigio macerado cinco días, fermentado con levaduras naturales, dejado con sus lías 2 años, sin trasiegos ni manipulaciones entre tanto, bajo SO2 (<20mg/L) y luego embotellado sin filtrar y con un año de botella antes de lanzarlo al mercado. Este vino lleva la marca de Jantar MM13 (Jantar es una vieja palabra eslava para el color ámbar).

La siguiente añada fue Jantar 2015, nuevamente Pinot Grigio con la misma vinificación y con cinco días de contacto con las pieles. El resultado fue un vino de color ámbar intenso y expresivo. Jantar 2016 (ocho días en las pieles) se embotelló en marzo/abril de 2019, tras pasar 30 meses en barricas de roble usadas. Jantar 2017 (50% cinco días en las pieles y el 50% restante siete días en las pieles) fue embotellado en abril de 2020 y lanzado a finales de 2020. Esta será su primera cosecha comercial disponible para la exportación. Será un rico Pinot Grigio macerado con el color más parecido al Pinot Noir.

Desde 2018, Bojan ha cosechado por primera vez Tamjanika (la variedad local Muscat, cercana ampelográficamente al Muscat Frontignian y la variedad Muscat de la isla de Samos en Grecia). Este vino ha sido criado en barricas de acacia durante 18 meses y fue embotellado en junio de 2020 como una edición limitada de 905 botellas. Pinot Grigio Jantar 2018 se lanzará en la primavera de 2021 también en edición limitada de 900 botellas de Pinot Grigio. Tamjanika 2018 tiene siete días de contacto con la piel.

A partir de 2019, además de Pinot Grigio y Tamjanika, se recogió Furmint por primera vez. Se trata de una variedad local de Fruška Gora, en lo que respecta a su presencia aquí desde los siglos XVI-XVII). Las cantidades de la añada 2019 se elevarán hasta unas 6.000 botellas, y de 2020 a 12.000 botellas.

Bojan dice que “personalmente espero mucho de la Furmint y teniendo en cuenta que actualmente en total solo tenemos 5-6 viñedos de Furmint en Fruška Gora (dos de ellos son nuestros, y el resto está en manos de Oszkár Maurer y Ernö Sagmeister) estamos trabajando en la revitalización y tratando de traer de vuelta a Furmint a uno de sus hábitats nativos. Actualmente, solo nosotros tres en Serbia estamos involucrados en este proyecto personal y no oficial”.

Como vemos, Bojan no es un recién llegado en el mundo del vino y mucho menos en el mundo de los vinos naranja y naturales. Sus tiempos de maceración van de cinco a once días, no más, y se las arregla para conseguir vinos que son absolutamente especiales. Abrir sus vinos es una experiencia increíble. Tomando por ejemplo Jantar 2017, que Bojan dice que necesita tiempo para respirar, lo abrí un par de horas antes de la comida. Le di tiempo, pero no podía resistirme a tomar un sorbo. Fue como una bomba atómica, pura energía. Tuve un rato difícil esperando a que tomara un poco de aire fresco. Durante la comida tenía la misma potencia, un poco domesticado pero todavía un vino potente, lo que alguien podría esperar de un vino de Serbia. La mejor parte llegó a media tarde, cuando la fuerza del vino se convirtió en una fiera domada y apareció la tremenda personalidad de la Pinot Grigio.

Tengo que decir que el típico Pinot Grigio macerado del Collio o Goriška Brda es un vino de fácil acceso, un vino para conseguir que nos aficionemos a las variedades más potentes como la Malvasia, Chardonnay, Sauvignon o Ribolla Gialla/Rebula. Por el contrario, El Jantar de Bojan es un vino que no es para los débiles de corazón. Tienes que tener las papilas gustativas habituadas a los blancos macerados con las pieles antes de degustarlo y disfrutarlo. De lo contrario, será demasiado para ti. Pero créeme, te encantará cuando lo pruebes. Y querrás más y más y más vinos de Bojan.

Pronto hablaremos con Bojan Baša sobre sus vinos y su proyecto.

Fotos (c) Bojan Baša

La Microbodega del Alumbro, lujo zamorano

A veces las primeras impresiones son las que cuentan. Por suerte, otras veces no, porque no estaría escribiendo este articulo de no ser así. La primera vez que hablé con Juanjo Moreno fue por una cata de vinos naranja que yo organizaba en Bilbao y quería servir un vino suyo, Berretes 2014. Me puse en contacto con él y muy amablemente me envió dos botellas. El problema fue que en la publicidad de la cata se escribió Los Berretes, con artículo. Juanjo lo vio y me llamó por teléfono para ponerme la pilas. En noches de tormenta todavía me despierto a medianoche recordando aquella conversación.

Por suerte, eso no tuvo nada que ver con nuestra futura relación. Y su vino en la cata fue todo un éxito. Unos meses más tarde se organizó en Santander una cena maridada con sus vinos y ahí el disfrute fue mayor. Lo pasamos muy bien. Tanto Juanjo como su compañera y socia Maribel Rodríguez nos contaron todo sobre sus vinos y su visión, los motivos detrás de cada vino, etc. Desde entonces, fan de ellos y de sus vinos.

Juanjo y Maribel son quienes están detrás de la Microbodega del Alumbro, una bodega situada en Villamor de los Escuderos, provincia de Zamora. Lo suyo es el vino natural, pero natural del todo, cero intervención. Lo mas cerca que están sus vinos de los sulfitos es cuando comparten estantería en alguna tienda de vinos que también lleva vinos tecnológicos.

En su pueblo, que es un pueblo pequeño de esos de un puñado de habitantes o dos, elaboran una buena cantidad de vinos, porque si algo tienen es inquietud por probar cosas nuevas. Y bien que prueban, porque cada año hay cosas nuevas para probar y cambios en las cosas no tan nuevas. Fruto de esa inquietud por la mejora, por ejemplo, es su vino Palote, un Palomino que macera con las pieles y que Juanjo ha ido perfeccionando, tanto la parcela de la que saca las uvas como la elaboración del vino. Tras varias añadas de pruebas y más pruebas, Juanjo está finalmente satisfecho con el producto. Y yo también, que he probado un par de añadas y la ultima que he probado, la 2019, está como un cohete.

Tengo la suerte de que Juanjo macera todos o casi todos sus vinos blancos con las pieles, así que probar uno u otro es un placer. Berretes es un ensamblaje de Godello, Verdeja, Albillo Real y Chasselas Doré, Albyreal es todo Albillo Real, y el mencionado Palote son sus vinos embabujados, que es como en esta zona se conoce a los vinos naranja. Y hablando de nombres, la Microbodega Alumbro está fuera de cualquier DO. Como no pueden poner el nombre de la variedad en la etiqueta utilizan en muchos casos nombres que te recuerdan a la misma.

Otro vino del que tengo muy buen recuerdo es Hello God, otro Godello que me ha hecho disfrutar cada vez que lo he bebido. Y en la cena aquella probamos su Cabernet Sauvignon que en alguna ocasión ha hecho y que estaba más que estupendo.

Vamos a hablar un poquito sobre la historia de Maribel y Juanjo, la Microbodega del Alumbro. No nos remontaremos a su tierna infancia, sino que nos quedaremos en 2009, cuando empezaron a elaborar vino. Desde entonces han practicado siempre la agricultura ecológica siguiendo una filosofía de usar el mínimo posible de sulfitos. Por casualidad fueron a una cata de vinos en las que se presentaban vinos naturales. Esta cata y la primera Raw Wine Fair de Londres a la que asistieron en 2012 fue donde se dieron cuenta de que eso era lo que ellos estaban haciendo sin que nadie les hubiera dicho nada. En 2013 ya hicieron su primer vino con cero sulfuroso, Berretes 2013. Ese fue el vino que les puso en la senda que caminan en la actualidad. Dejaron atrás los productos enológicos y cambiaron toda su orientación.

En la actualidad, Maribel y Juanjo, con la ayuda de sus hijos Abel y Juan, llevan cuatro hectáreas de viñedo repartidas en seis parcelas en las que tienen plantadas cepas de Tempranillo, Tinta del País y un poco de Cabernet entre las tintas, además de las blancas Godello, Albillo Real, Palomino, Macabeo, Chasselas Doré, Malvasía, Verdeja y Moscatel. Todas ellas en cultivo ecológico.

A Juanjo le gusta que los vinos hagan lo suyo sin que él haga nada. Tanto de nada hacen que, como Juanjo dice, algunos vinos son técnicamente defectuosos y algunos no se sabe por dónde van a salir. Lo que importa es que sus vinos gustan, y mucho, y cada vez a mas gente. Que al final es lo que importa, verdad?

Pronto hablaremos con Juanjo Moreno acerca de sus estilo al elaborar vino. Mientras tanto, y como él dice, Salud y Buen Vino!!

Weingut Rebenhof, vinos naturales en Estiria, Austria

No era la primera vez que bebía un vino de Hartmut Aubell, pero tengo que decir que me emocionó mucho. Lo malo fue que no lo hice bien, como luego me enteré. Debería haber decantado la botella, pero no para mantener el sedimento en el fondo, sino para agitar el vino y tener el vino bien agitado. Luego colocar la botella boca abajo sobre otra botella con una boca más ancha y dejar que el zumo fluya libremente. Esa era la forma correcta de hacerlo. Ahora ya lo sé.

Maischevergoren 2017. Eso significa fermentación con las pieles. Por tanto, estamos hablando de un vino naranja. Hartmut me recuerda a esos jugadores de cartas en los barcos a vapor del río Mississippi. Jugaban con sus cartas pegadas al pecho. Hartmut hace vinos maravillosos, pero guarda celosamente el secreto de la elaboración del vino. Creo que Maischevergoren es un Sauvignon Blanc del sur de Estiria, Austria, que es donde se encuentra Weingut Rebenhof Hartmut Aubell. Pero podría ser algo diferente, completamente diferente. Me recuerda a esos Sauvignon de Estiria que tantas veces he disfrutado en el pasado de Andreas Tscheppe, Roland Tauss, Ewald Tscheppe o Franz Strohmeier. Y es un vino naranja, como dice su nombre, pero aparte de eso, no sé mucho más sobre este vino. Bueno, que me encanta, eso seguro que sé.

Cuando abrimos la botella, la habitación se llenó de los sedosos aromas del vino. Aromas melosos provenientes del contacto con la piel y suave fruta blanca de hueso. Al degustarlo, todos nos enamoramos. Elegante, suave pero potente, o mejor dicho, intenso, como acariciar una chaqueta de ante. No creo que la botella durase mucho. Fue un de esas experiencias en las que antes de abrir la botella, piensas: “vamos a ver cómo está este” y cuando lo estás bebiendo, dices: “Wow, ¿cómo puede estar este vino tan bueno?” Previamente había probado su Sauvignon 2016 (sí, este sí era un Sauvignon, como pone en la etiqueta) y también fue increíble. Pero este Maischevergoren (me ha costado pero he aprendido a escribir bien el nombre porque me encanta el vino) era absolutamente especial. Tan especial que creo que es uno de los mejores vinos que he probado en los últimos meses.

Hay otro vino especial de Hartmut elaborado en 2013. Herrenberg 200 fue elaborado con Sauvignon, Chardonnay y Riesling. Este es uno de esos vinos que disfrutas con facilidad. Un vino sin asperezas, con cautivantes aromas melosos provenientes de la maceración en los hollejos. Taninos suaves, acidez en evolución, un vino que da ganas de conservarlo para siempre.

Pero volvamos a su creador, Hartmut Aubell. He mencionado el sur de Estiria en Austria, un lugar que, junto con Oslavia en el Collio italiano y Goriška Brda y Vipavska Dolina en Eslovenia, se ha convertido en mi lugar favorito en el mundo para el vino y para los vinos blancos macerados con las pieles.

Hartmut dirige una bodega familiar llamada Rebenhof desde 2008. Antes de él, el viñedo pertenecía a su familia, pero nadie hacía vino en ella. Hartmut es el primero en producir no solo uvas sino también vino. Fue su bisabuelo Ludwig Kempl, Consejero Imperial en 1924, quien introdujo a su familia en el negocio. La filosofía de Hartmut siempre ha sido trabajar de forma ecológica y natural, sin añadir nada a las uvas en el campo o en la bodega. Desde 2013 sigue prácticas biodinámicas y desde 2016 su bodega está certificada por Demeter.

Una cosa importante sobre algunos de los viñedos de Rebenhof es su suelo. Aquí se llama Opok, una marga formada por sedimento marino que contiene material calcáreo de grano muy fino. No estamos muy lejos del Collio, donde este tipo de suelos se llama Ponca en italiano, Flysch en friulano y Opoka en Eslovenia. Es en estos tipos de suelos donde nacen los mejores vinos del área.

Las variedades de uva con las que Hartmut son Sauvignon Blanc, Chardonnay, Yellow Muscat, White Burgundy y Welsh Riesling. Con ellos produce una amplia gama de vinos, y la mayoría de ellos son vinos naranja. Luego elabora su único vino tinto con Zweigelt. Utiliza acero inoxidable y roble para la crianza, aumentando últimamente el uso del roble austriaco. Utiliza tamaños de barrica de 100 a 500 litros y está elaborando un vino siguiendo el estilo de soleras de Jerez que actualmente tiene de cuatro a seis etapas de crianza diferentes.

Hartmut es también uno de los pocos elaboradores de toda Austria que produce un vino blanco de maceración carbónica. Es un estilo muy utilizado en Beaujolais y en Rioja con tintos jóvenes, pero raras veces se utiliza con vinos blancos. Aparte de Hartmut, solo hay otra bodega en Austria que hace esta práctica. Harti produjo Sputnik Interzellular 2015 e IZ Sauvignon 2014 siguiendo este método. En este enlace puedes ver un video de YouTube sobre el IZ Vintage 2013.

En una nota aparte, Rebenhof también incluye un Bed & Breakfast. Y en una nota muy especial, aquí es donde Filipe Koletnik de Atimo está produciendo su MorMal, un vino que se elabora con Malvazija de Eslovenia y Morillon de Estiria. Otro excelente vino.

Pronto hablaremos con Hartmut Aubell para conocer su afición por los vinos naranja y el resto de maravillas que está produciendo.

Fotos (c) Tom Leitner

Vinos Malaparte, agricultores, artesanos, artistas

Recuerdo el día que conocí a Rubén. Estábamos en un bar de Alicante tomando unos vinos y algo de picar en una mesa la noche anterior a una feria de vinos a la que ambos asistíamos. Recuerdo que le miraba mientras hablaba y movía las manos. Una conversación muy interesante, sobre vino, por supuesto, aunque debo decir que a estas alturas no recuerdo el tema concreto pero sí que la disfruté mucho. Después compartimos más vinos en la feria y a ella le siguieron varias visitas en su bodega. Cada visita era, y siguen siendo, mejor que la anterior porque la confianza da eso, que disfrutas cada vez que te encuentras, aunque sea en situaciones difíciles como las que arrastramos últimamente.

Rubén es Rubén Salamanca, la mitad vinícola junto a Elisa de Frutos de la Bodega Frutos Marín, o como son más conocidos, Vinos Malaparte, su nombre comercial. Su vida transcurre en Cuéllar, un pueblo de Segovia en el que gestionan varias hectáreas de viñedo dedicadas a la Tempranillo, Syrah y Verdejo, a las que añaden uva que compran lejos de allí para hacer otros vinos y otros proyectos como Uvas Nómadas, que en 2020 está en su añada número 8.

Uvas Nómadas en un proyecto que ambos decidieron comenzar en 2013, a través de participación popular y siendo cada añada un vino diferente de una zona vinícola española. Verdejo de Zamora, Mencía del Bierzo, Garnacha de Cebreros en Ávila… Cada nuevo año un proyecto distinto que siempre tiene la mejor aceptación posible y se agota.

La manera que tiene Rubén de trabajar es la que más me gusta, como no puede ser de otra forma. Vinos honestos con su lugar de procedencia, uvas honestas tratadas de la mejor manera, con la menor intervención posible, cosa que se puede hacer en esta parte de Segovia donde llover llueve más bien poco. Y finalmente en la bodega, donde Rubén elabora vinos naturales. Y qué vinos, en mi opinión. He probado muchos de sus vinos y varias añadas también. Y siempre me molan mucho. Hasta ese vino tan raro que tiene de crianza oxidativa que nos bebimos mientras comíamos unas croquetas en la plaza del kiosco de música de Cuéllar. Qué placer aquel día.

Estoy seguro de que tú que me lees sabes quién es Rubén Salamanca y has probado sus vinos. Quizás no todos, pero alguno sí, verdad? Recuerdo que el primero que probé fue un Méprisé Blanco, y desde ahí ha sido todo un no parar: Méprisé Tinto, Pico Lunar, Dindi, que es como llama a su ancestral, sus Tempranillos y sus vinos naranja, que también hace. Un día nos bebimos una botella de su tinto Malaparte con años (no recuerdo la añada) acompañada de una pierna de cordero. Sigo soñando con aquello en mis noches de cenas frugales.

Pero si bien todos sus vinos me gustan, mi corazoncito está, como te puedes imaginar, con The New Wave Girl, su naranja de Verdejo. 30 días con las pieles, crianza en tinaja… qué más le puedo pedir a un vino? 1.000 botellas por añada tienen la culpa de que no se pueda disfrutar más de este vino, pero si lo tienes guardado por ahí eres una persona afortunada. Para beber sorbo a sorbo paladeando el contenido de la copa.

Rubén es un artista. Con él también he aprendido a ver la diferencia que hay en la crianza de un vino dependiendo de la capacidad de la barrica. Tiene un tinto en dos barricas diferentes, de 500 y de 225 litros. Ay, amigo, que me llevo a casa todo lo que hay en la de 500.

Recientemente, Elisa y Rubén han conseguido ser admitidos en la asociación italiana Triple A, que significa Agricultors, Artesanos, Artistas. Es una asociación compuesta por elaboradores de vino de diferentes países europeos que trabajan en natural. Es algo muy especial, ya que en España apenas llegan las bodegas miembro a ser un puñado.

Y hay mucho más, porque Rubén trata de innovar cada añada. No se queda quieto y esa es la clave para crecer: que cada año que pasa se hagan diferentes cosas de manera distintas para seguir aprendiendo.

Pronto hablaremos con Rubén Salamanca sobre sus gustos y sus vinos.