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Los vinos de Teo Legido

Visitar una bodega es algo que siempre lleva tiempo. A veces la bodega está lejos y te lleva casi todo un día, así que hay que valorar si merece la pena hacerse el viaje. Uno de estos casos, el de una bodega que estaba más bien bastante lejos, es el que hoy nos ocupa. Para ir hasta allí no solo había que valorar la distancia, sino que además era parte de un recorrido en el que llegar del punto A al punto C no incluía pasar por la bodega sino que nuestro punto B estaba bastante lejos del itinerario e implicaba un rodeo elegante. Aún así, algo me decía que iba a merecer la pena visitar la bodega, no solo porque el vino que había probado me había gustado mucho, sino porque había un algo después de haber hablado por teléfono con su propietario que así me lo decía.

Teo Legido (quinto mío por otra parte, y eso siempre ayuda) tiene la bodega que lleva su nombre en Castellanos de Zapardiel. Esto suena lejos, y lejos está. Concretamente está en la esquina entre las provincias de Ávila, Valladolid y Salamanca, provincias que desde su viñedo se divisan perfectamente. Por allí se ven viñedos de la DO Rueda, grandes y masificados, hasta tal punto que cada año se añaden unas 1.000 hectáreas de viñedo nuevas. Si lo comparamos con la cantidad de viñedo que hay actualmente en Priorat, que llega escasamente a 2.000 hectáreas totales, vemos que es mucho superficie nueva cada año. Durante el trayecto en coche también puedes ver los edificios de grandes grupos empresariales que vienen de otras áreas como Rioja o Ribera del Duero.

Pero no es esto lo que nos ocupa sino Teo y sus vinos. Teo proviene del mundo del diseño de joyería y aunque la labor de orfebrería es también su pasión, la de hacer vino le viene de familia, ya que en las afueras de este pueblo de Ávila es donde su familia ha hecho vino para casa durante años. Ahora Teo tiene una hectárea y media de viñedo más otra media que es de un primo suyo. La de su primo se llama El Rosal y es un viñedo de Garnacha. Su viñedo se llama La Bovila y tiene Tempranillo, Syrah y Verdejo. Teo trabaja en ecológico. Ahora todo su viñedo tiene la certificación de ecológico y en la añada 2018 ya la llevará en la etiqueta. Sigue también principios de biodinámica, aunque en esta zona hay cosas muy difíciles de hacer, como tener animales de granja. La despoblación atacó mucho la región así como la transformación del cultivo, que pasó de uva a cereales y apenas quedan viñedos ni animales de pasto. Por ello, Teo no puede producir su propio abono, entre otras cosas. El suelo tiene una capa muy seca, ya que la pluviometría aquí no llega a los 250 litros anuales pero curiosamente unos pocos centímetros por debajo de la superficie hay buena humedad. Y sobre todo muchas piedras.

Con las uvas que Teo recoge elabora tres vinos, dos tintos y un blanco. El Verdejo es un vino muy especial. No está elaborado al estilo de los Verdejos de la vecina Rueda ni mucho menos. Teo lo trabaja muy bien, con algo de velo de flor en algunas añadas que nadie diría que se pueda desarrollar en esta zona. Es un vino muy amable en boca, con una untuosidad y corpulencia muy buena y con una acidez muy agradable, que no es elevada. Tiene un final amargo que te pide seguir disfrutando de la copa. Un vino que te atrapa por su sutileza y te enamora. Y si lo acompañas con un poco de queso y embutido de la zona que Teo pone en la mesa, la experiencia es fantástica.

Los dos tintos llevan el nombre del viñedo. Son vinos con cuerpo y potencia pero por suerte nada amaderados. Probamos 2015 y 2016 en botella y 2017 en barrica. En 2016, la Garnacha de El Rosal había sido prensada con los raspones mientras que la uva de 2016 de La Bovila había sido despalillada. Antes de probarlos pensaba que me gustaría más la parte prensada despalillada que la otra, pero la de los raspones estaba francamente buena y sin que pecase de astringencia, sino todo lo contario, un vino con una complejidad muy sabrosa. Posteriormente, en esta añada 2018 Teo está trabajando todo el vino sin despalillar.

La producción de Teo Legido es muy muy muy limitada, así que quien quiera probar sus vinos debe darse prisa antes de que vuelen. El Verdejo ya no queda. En 2017 hizo 1.200 botellas de los tres vinos y en este 2018 la cantidad subirá a las 2.000 botellas.

Después de ver los viñedos y catar los vinos era ya la hora de la comida, así que armados de un poco de vino que nos habíamos reservado para la ocasión, nos dirigimos a Arévalo, pueblo cercano donde hay un templo del cochinillo, el Asador Las Cubas, donde Teo y yo (bueno, sobre todo él) fuimos recibidos por todo lo alto. Solo hizo falta un poco de buen cochinillo, un poco de ensalada y un poco de buen postre para acompañar los vinos y disfrutar de una comida excelente. Los tres vinos se mostraron de primera con la comida.

Reanudando mi viaje mas tarde, iba pensando que cada kilómetro hecho de mas había merecido la pena para conocer a Teo Legido. Los vinos me gustaron mucho pero la oportunidad de pasar un rato como el que pasamos lo merece todo. Gente como Teo es la que da sentido al mundo del vino.

Pronto hablaremos con Teo Legido acerca de su filosofía vitivinícola.

Galmés i Ribot, vinos con mucho carácter en Mallorca

Hace ya tiempo que estoy convencido de que los vinos naturales han dejado de ser una moda pasajera para ser un estilo de vino que está aquí para quedarse. Tanto los vinos naranja como los vinos naturales o biodinámicos, objeto de esta web y de mis viajes relacionados con el vino, son ya cada vez más conocidos y podemos encontrarlos cada vez en más tiendas y webs de vino. Lo mejor de todo es que cada aficionado al vino puede elegir lo que prefiera de entre toda la oferta existente, ya sean vinos naturales o vinos tradicionales.

Un gran descubrimiento que he tenido la suerte de hacer recientemente es una bodega de Mallorca que elabora siguiendo esta corriente. Galmés i Ribot es una pequeña bodega familiar situada en Santa Margalida que poco a poco ha ido sustituyendo las variedades internacionales más conocidas por variedades locales. Fruto de ello son sus vinos elaborados con Callet, Giró Ros, Prensal Blanc y Gorgollassa. Galmés i Ribot cuenta con 14 hectáreas de viñedo que trabajan en ecológico y apuestan por los vinos con el mínimo de intervención posible. Como la elaboradora Cati Ribot dice: “Es un proceso largo de cambio teniendo claro adónde queremos llegar y estamos disfrutando del mismo”.

Desde 2004 trabajan experimentalmente con las variedades autóctonas Argamussa, Vinater Blanc, Escursac, Callet Negrella y Mancés de Tibus, todas ellas prefiloxéricas.

La bodega comercializa seis vinos, y hoy nos vamos a centrar en dos de ellos, un tinto y un blanco.

Petjades es un tinto muy sabroso, que tiene un toque rústico muy característico y una fruta muy agradable cuando lo pruebas. Está elaborado con Callet y Gorgollassa, dos variedades, como hemos visto, autóctonas y de ciclo vegetativo largo. La Callet aporta ese toque rústico, aparte del cuerpo y estructura que ayudan a forjar ese carácter. La Gorgollassa es la variedad que aporta elegancia. Una vez la uva entra en la bodega, la fermentación se hace en barrica abierta de roble, con un 30% de raspón. Al finalizar este proceso, se hace un prensado ligero y se pasa a barrica de roble francés de cuarto año, para respetar la personalidad de las variedades. En su última añada han elaborado 1.200 botellas.

Som Blanc es un francamente bueno vino naranja. En mi opinión de los más ricos que se hacen en nuestro país. Está elaborado con Giró Ros, variedad autóctona de Mallorca de ciclo vegetativo largo. La uva se vendimia de forma manual y hace una maceración con sus pieles de cuatro días en tanques de inoxidable, en los que permanece una vez prensado sobre sus lías hasta el mes de abril del año siguiente. En su última añada han elaborado 2.500 botellas.

Sometí este vino a una prueba que para mí muestra la calidad con la que está hecho un vino. Puede que parezca sin sentido o que otras personas hagan otras pruebas, pero ésta es la que me gusta hacer. Una vez abierta la botella el domingo a mediodía y disfrutada la mitad de la misma, lo dejé en el salón de casa a temperatura ambiente cerrado nada más que con el corcho. Nada de bomba de vacío ni similares. Era el mes de junio/julio, así que algo de calor ya apretaba. Cada noche iba probando una copa para ver cómo aguantaba el paso del tiempo bajo esas condiciones. Con esfuerzo para dejar vino en la botella llegó hasta el viernes. Cada noche el vino iba oxidándose muy ligeramente pero mantenía su frescura y equilibrio y puede decirse que iba ganando potencia. Según pasaban los días el vino mantenía esa potencia que hacía que beberlo fuera algo muy placentero porque no llegaba a caerse en ningún momento. Por otra parte, el color se mantenía. Si bien es cierto que comparando la copa del viernes con la del domingo se notaba que había perdido algo de fruta, la “chicha” o potencia que seguía en la copa lo hacía muy agradable. Un muy buen vino en mi opinión y muy bien hecho. Un vino de esos que quiero tener en casa y recomendar a mis amigos entusiastas de este estilo de vino.

Pronto hablaremos con Cati Ribot sobre su filosofía vitivinícola.

Fotos (c) Galmés i Ribot

¿Qué es eso de la intervención en el vino?

Muchas veces oímos que un vino está hecho con “la menor intervención posible”. Lo escuchamos de boca de algunos productores y también de algunos aficionados o amantes del vino cuando se quejan de que su vino tiene “mucha intervención.” Pero qué es realmente eso de la intervención? A veces parece ser una gran desconocida.

Antes de nada, hay que partir de la base de que el vino es una bebida hecha por el ser humano. Sin la intervención de quien hace el vino no hay vino. La naturaleza no hace vino, hace uvas. Esto quiere decir que el vino necesita la intervención de una persona para existir. A partir de aquí, podemos discutir mucho. Y dado que hay muchos aspectos en los que una persona puede intervenir a la hora de hacer vino, hoy solo hablaremos de un par de ellos porque sino esta conversación nos llevaría mucho tiempo. Aunque seguro que al final hablamos de más de dos cosas. Al final, hay muchas maneras de intervenir en el vino.

Del uso de madera ya hablamos con anterioridad, y ese es un aspecto en el que la intervención puede ser total, hasta el punto de cambiar un vino completamente. Para empezar, no es lo mismo emplear madera de roble francés, americano, de Eslavonia o de Hungría, por citar unos pocos. En cuanto a la madera de origen francés, por ejemplo, hay varios bosques de donde provienen diferentes estilos de roble que producen diferentes estilos de barrica. Se puede usar también madera de castaño o de acacia. Ésta última, por ejemplo, es una madera muy neutra que no tiene aporte al vino, y menos si está sin tostar. Hablando de tostados, hay diferentes tipos de los mismos y cuanto mayor es el nivel de tostado más agresivo es el resultado final.

También influye mucho el tipo de recipiente que usemos para la crianza del vino. Hay mucha diferencia entre usar una barrica tradicional de 225 litros y un tonel de 2.000 litros de capacidad. En muchos casos vemos que diferentes regiones favorecen un tipo de barrica. Es raro encontrar barricas que no sean de 225 litros en Rioja o Ribera del Duero, y es raro también encontrar este mismo tipo de barrica en Barolo o la Valpolicella en Italia, donde lo habitual es el uso de toneles de 10, 20 o 30 hectólitros.

La influencia del tiempo de uso de una barrica, como en el caso anterior, se acentúa con su capacidad. Una barrica de 225 litros de primer año de uso tiene un aporte radicalmente diferente a la misma barrica pasados cinco años. Y también influye por supuesto, el tipo de tostado, si es ligero, medio o tirando a alto.

En cada caso, el resultado será completamente distinto y la diferencia vendrá por la elección que hacemos en cada uno de esos aspectos.

Otro asunto sobre el que podemos debatir es el uso de levaduras autóctonas o levaduras seleccionadas. Esta es una de las parcelas en las que la intervención sobre el vino tiene también una gran influencia. Las levaduras son microorganismos que viven en la piel de la uva y que cuando se mezclan con el mosto se alimentan del azúcar que contiene. El resultado de esta acción es la transformación de dicho azúcar en alcohol y una contribución clara al sabor que va a tener el vino resultante. Este proceso se denomina fermentación alcohólica y suele arrancar en cuanto haya una pequeña cantidad de mosto y la temperatura favorezca el inicio de este proceso. El elaborador puede intervenir en esto modificando la temperatura de dicho mosto. Subir la temperatura favorece que la fermentación arranque antes y bajar la temperatura hace que aquella se ralentice, se detenga o más importante aún, no llegue a iniciarse.

Las levaduras autóctonas son las que habitan en la piel de la uva en el viñedo del que provienen y que también podemos encontrar viviendo en la bodega y en los equipos que se utilizan para trabajar con las uvas. Podemos decir que son las levaduras más indicadas para hacer la fermentación porque son las propias de la variedad y del viñedo, si bien es cierto que en el viñedo también encontramos levaduras que no siempre son adecuadas para el vino. Muchos productores, sobre todo aquellos que trabajan en ecológico, biodinámico y/o natural, prefieren utilizar las levaduras autóctonas (también llamadas salvajes) porque son las que van a dotar al vino de las particularidades de la variedad, viñedo, etc.

Normalmente, una bodega pequeña o con una producción no muy elevada suele trabajar con las levaduras autóctonas, que en general son las que dan al vino su personalidad, como hemos visto más arriba. Una bodega más grande o con diferentes parcelas distribuidas por la zona, sin que estén adyacentes unas de otras trabajará de diferente manera a la primera. Es posible que el elaborador prefiera las levaduras de una de las parcelas, o que simplemente prefiera utilizar una levadura de laboratorio que se adapta al estilo que busca y que homogeniza el vino final. El primer caso, el de la bodega pequeña, es el uso de levaduras autóctonas que arrancan por sí mismas la fermentación alcohólica, llamada espontánea. El caso de la bodega grande es el ejemplo de levaduras seleccionadas que al ser vertidas en el depósito del mosto arrancan la fermentación alcohólica en un proceso que se conoce como fermentación inoculada. En este caso, el resultado final será el que esta levadura seleccionada, que ha sido tratada en un laboratorio, ejerza sobre el vino.

Puede parecer un poco raro, esto de que una levadura de laboratorio pueda cambiar un vino, pero como para todo en esta vida, lo que queda escrito cuenta sobre todo lo demás y como los laboratorios tienen que vender sus productos, en sus catálogos indican las bondades de cada levadura. A modo de ejemplo, hay una levadura de laboratorio cuyo nombre es BM45 y cuya influencia en el vino es “contribuir a una mayor acidez, menor astringencia y mejor cuerpo en boca. Aporta aromas a mermeladas, pétalos de rosa y cereza licorosa, con notas de especias dulces, regaliz y cedro”. Según el laboratorio, esta levadura es “indicada para la uva Sangiovese y es perfecta para crear vinos con un estilo italiano tradicional.” Una perfecta nota de cata de un vino hecha solamente sobre lo que proporciona la levadura utilizada y no lo que encontramos en el viñedo.

Creo que después de leer esta descripción podemos darnos cuenta de que al usar esta levadura estamos ejerciendo tal intervención sobre el vino que de lo que originalmente había en el viñedo no queda nada. También podemos darnos cuenta de por qué hay tantas zonas de climas fríos que ofrecen vinos blancos con aromas a frutas tropicales.

Otro día hablaremos de cómo podemos intervenir en el vino por nuestra acción en el viñedo, que hoy ya se nos ha hecho tarde.

 

The Paella Club, experiencia gastronómica total en Barcelona

En esta web siempre hablo de los vinos que me gustan. Para mí es importante que tú que me lees puedas apreciar que el vino, la bodega o la persona de la que hablo son de mi agrado, porque se nota cuando no hay pasión en lo que escribo. Por eso solo escribo de lo que me gusta y si algún vino o bodega no me gustan prefiero no escribir.

Y tampoco tengo publicidad en esta web. Sin embargo, hoy voy a hacer publicad de algo, pero espero que me lo toleres porque voy a hablar de mi hermano Asier (Alex en su empresa) y de un negocio que ha creado desde la nada. Claro que tiene que ver con el vino, aunque no es su primera misión.

The Paella Club está en la calle Doctor Dou 5, 08001 Barcelona, justo detrás del Mercado de la Boquería en Las Ramblas. El sitio es más que una escuela de cocina donde vas para aprender a hacer una paella y después disfrutar de ella en el mismo local. Alrededor de la paella se crea toda una experiencia gastronómica que empieza según accedes al local con una copa de cava de bienvenida. A partir de ahí es todo disfrutar de la comida en un entorno en el que Alex mi hermano y Alex el chef dan todo su esfuerzo para ofrecernos esta experiencia. Hay tres diferentes experiencias, dependiendo del tiempo que se quiera estar allí y de lo que se quiera comer y beber. La paella es siempre la base y luego se añaden pinchos, escalibada, pan con tomate, vino del Penedès o del Priorat, postre, café, etc. Hay cuatro sesiones cada día y se puede acudir en grupos de una persona hasta grupos de 16 personas, teniendo la posibilidad también de contratar todo el local para una actividad determinada y que además se puede hacer tanto en castellano, catalán o inglés. Todo según las necesidades de quien asista.

Las paellas se cocinan por parejas, ya sean dos personas que acudan juntas o por separado y además, cuando el grupo es grande, digamos que se han juntado 10 personas de diferentes grupos, cada pareja hace una paella diferente, de manera que cuando se ha terminado de cocinar y es momento de sentarse a la mesa para probar lo que se ha cocinado, se pueden probar todas las paellas que se han hecho: de verdura, de carne, de pollo, de marisco, etc. La interacción entre los asistentes, aunque no se conocieran previamente, está siempre muy cuidada por los dos Alex. Y claro que comer unas paellas ricas (doy fe de ello, que ya he estado dos veces) acompañadas de ricos vinos blancos y tintos de Catalunya siempre ayuda a la confraternización. Alrededor de las paellas se suele juntar gente de otros países europeos, de USA e incluso de China o Japón.

Así pues, recomiendo mucho la experiencia de ir a The Paella Club y dejarse guiar por los dos Alex. Seguro que nadie se arrepiente de haber ido.

Contacta con ellos en:

Web: www.thepaellaclub.com

Facebook: The Paella Club

Instagram: The Paella Club

Y si les dices que yo te he recomendado ir, seguro que te invitan a una copa de algún Priorat rico.

De madera y vinos naturales

El otro día probé un vino cuya descripción en la contraetiqueta decía que tenía notas a fruta madura y a madera nueva. Ciertamente es lo que destacaba en la nariz y también en la boca. Hace ya tiempo que empecé a desarrollar más pasión por el vino blanco y el vino naranja que por el vino tinto, ya que me parece que los dos primeros dan mucho más juego y tienen muchas más posibilidades de elaboración que el último. De aquellos, de los vinos blancos y los naranja, me gusta que pasen por barrica, pero lo bueno es que esa barrica es en muchos casos una barrica usada y/o sobre todo, de gran capacidad, toneles de veinte o treinta hectolitros. Para mí esto marca la diferencia con los vinos tintos.

Mi ideario es que la madera debe ser un recipiente que aporte oxígeno y que ayude a envejecer al vino. La madera debe acompañar al vino en su recorrido vital, no ser parte de lo que al final encontramos en la botella. No me gusta que el vino tenga madera presente o que proporcione una sensación de poder masticarlo. Cuando el vino huele y sabe a madera no disfruto de mi copa. Y como dice el refrán, la vida es muy corta para beber vino que no te haga disfrutar.

He tenido la suerte de visitar bodegas en Barolo y la Valpolicella y el trabajo de vinificación que hacen con grandes toneles usados me parece excelente. Como ejemplo, Tommasi Viticoltori elabora un Amarone Classico y un Amarone Riserva. Los dos tienen al menos una crianza de tres años en esos grandes toneles. La diferencia está en que el Riserva pasa un cuarto año en barricas de 225 litros, que por otra parte son de tercer uso. Así pues, el aporte de la madera a estos vinos no es el mismo que en otros sitios donde un vino con dos o tres años de crianza ha pasado por barricas francesas de 225 litros de primer o segundo uso como mucho. O una mezcla de ambos. Es este un estilo de vinificación que tiene muchos adeptos, tanto en número de bodegas como en número de clientes fieles, pero a mí me gusta encontrar cosas distintas en mi copa. Por esto es que me gusta más un vino naranja o un vino blanco, ya haya sido fermentado/criado en barrica o no. En estos casos, los vinos tienen una carga tánica que se lleva muy bien, teniendo en cuenta que hay casos de vinos naranja con tres años o más de crianza en madera. Para encontrar vinos tintos sin esa madera tan marcada hay que buscar mucho, porque para mí hay demasiado de eso de que “el vino tiene notas a madera nueva”. Si algún día hago vino, mi filosofía será que la madera acompañe al vino cuando sea necesario y lo ayude en su crianza, no que se convierta en parte del vino. Es evidente que una bodega necesita comprar barricas para ir sustituyendo las que se van deteriorando con el uso y el paso del tiempo pero se puede mantener un buen balance entre las barricas usadas y las nuevas de manera que el número de barrica nueva a la hora de hacer un vino sea menor que el de barrica usada. Al final, creo que el vino debe oler y saber a fruta, lo demás es intervencionismo. Aunque esto del intervencionismo es discusión para otro día.

Y todo esto venía a cuento de una opinión que he leído por ahí sobre los vinos naturales. Son vinos que siguen siendo denostados públicamente con el argumento de que algunos elaboradores utilizan la excusa de que hacen vino natural para tapar defectos en la elaboración de sus vinos. Esto no deja de ser algo absurdo tanto por parte del elaborador como por parte de quien lo critica. Nadie dice que un vino tradicional esté mal elaborado porque la máquina que hace PING estuviera mal calibrada. Hablando recientemente con un elaborador de vino, estábamos de acuerdo en que lo importante es que uno trabaje bien el viñedo, trabaje bien la bodega y mantenga unas instalaciones limpias, entre otras cosas. Así no será tan importante si se ponen 10, 20, 30 o 180 miligramos de sulfitos en el vino. Y podemos encontrar vinos mal elaborados tanto entre quienes hacen vinos naturales como entre quienes hacen vinos tradicionales o tecnológicos. Hacer vinos de estos últimos no es una garantía de que el vino sea bueno o nos vaya a gustar, por muchos controles y analíticas que se hagan. Creo que al final, lo que cuenta cuando el viticultor va al viñedo es la uva y no los análisis.

Este invierno he organizado varias catas de vino y muchos de los vinos catados eran vinos naturales, tanto tintos como blancos como naranja. Y con una sola excepción, era muy difícil saber qué vino era natural y cual no. Eran vinos muy bien elaborados. Podían gustarte o no, pero no se podía decir que fueran vinos mal trabajados. Quizá sea hora de tener menos perjuicios a la hora de catar vinos. Y sobre todo, hay que catar vino a ciegas. Eso es todo un desafío. No un desafío a nuestros conocimientos sobre el vino, sino a ser capaces de decidir si un vino nos gusta o no por lo que percibimos en la nariz y en la boca y sobre todo por lo que nos hace disfrutar, no por lo que ponga en la etiqueta.

Al final se trata de encontrar el balance: ni solo vinos de un estilo ni solo vinos del otro. Hay tanto vino para probar…

Struggling Vines, un viaje vital a través del vino

El día despertaba nublado y lluvioso, el típico clima que puedes esperar de una mañana de domingo al final del invierno bajo las laderas de la Sierra Cantabria en Rioja Alavesa. Algunas de las cumbres cercanas seguían cubiertas de nieve; un viento considerable recorría los viñedos. Podías orientar la nariz hacia él y sentirlo en ambos oídos. No era la mañana que uno elegiría para pasear por un viñedo, pero tener la oportunidad de hacerlo mientras hablaba con Melanie Hickman hacía el clima más soportable. Estábamos paseando por su viñedo Hapa, desde su punto más alto bajando lentamente hasta que llegamos al establo donde duerme su caballo. Hablábamos sobre el viaje vital de Melanie y sobre cómo terminó viviendo en un pequeño pueblo en Rioja Alavesa. Ha sido un largo viaje, desde su natal Prospect, Ohio (población 1.000) en los Estados Unidos, después de pasar la mayor parte de su vida adulta en Hawai, donde trabajó durante varios en el mundo corporativo. Como Melanie dice: “Hawai alimentaba mi alma, pero el mundo de las grandes empresas no«.

Melanie es una persona con un carácter muy positivo, de esas que siempre son felices y están sonriendo. Un día decidió que era hora de construir una nueva vida en el otro lado del mundo y se marchó dejando atrás familia y amigos. La Rioja Alavesa es el lugar donde comenzó su nueva vida en 2011, aunque los motivos para ello son una historia para otro día.

La parcela Hapa es un muy especial pedazo de tierra para ella. Lleva el nombre de un American Bulldog que adoptó cuando vivía en Hawai pero que nunca llegó a ver su nuevo hogar en España. Es un viñedo ubicado en las afueras de la pequeña ciudad de Elvillar, Álava, orientado hacia el oeste, con una altitud de 646 metros y un total de 2.9 hectáreas de suelo calcáreo plantado en 1967 con Tempranillo y Viura. Una antigua calzada romana corre paralela a la viña. Se enamoró de este viñedo en el primer instante en que puso los ojos (y los pies) sobre él. Supo entonces que quería hacer vino con las uvas que crecían allí, pero el dueño anterior no vendía. Melanie tuvo que esperar para hacer sus sueños realidad. Se había casado con el enólogo español David Sampedro, y ambos trabajaban en su bodega boutique Bodegas Bhilar. Mientras tanto, Melanie seguía pensando en hacer su propio vino. Certificada en el niel 2 del WSET, llegaba el momento de hacer la transición a elaborar vino. Pero hacerlo por sí misma, no junto con David. Hapa resultaba ser el lugar que quería porque, como me explicó, se sentía profundamente conectada a este viñedo en particular. Sin embargo, en aquel entonces, el año 2012, no era todavía su momento. Unos años más tarde, la oportunidad llamó a su puerta, como les sucede a quienes siguen en el camino de perseguir sus sueños. El viñedo finalmente salió a la venta y se convirtió en el momento de tomar una de esas decisiones que marcan nuestras vidas: tenía que decidir si seguir sus sueños invirtiendo todos los ahorros de su vida en ese pedazo de tierra. Y esa es la decisión que tomó.

Como persona conectada a la naturaleza y a los animales, Melanie comparte la filosofía de David. Trabaja este viñedo siguiendo los métodos biodinámicos. Aran la tierra con la ayuda de un caballo y no usan maquinaria alguna. De este viñedo salen dos vinos: Phinca Hapa Blanco y Phinca Hapa Tinto. También produce otro vino tinto, Phinca San Julián, desde el viñedo del mismo nombre. San Julián es un pequeño viñedo de 0,6 hectáreas ubicado en una colina de pendiente pronunciada. Es una parcela muy aislada, lejos de la carretera y de miradas indiscretas. Si no sabes dónde está, nunca vas a encontrarlo. Suelos de piedra caliza y una orientación este que mantiene el viñedo fresco.

Estos son los dos viñedos que Melanie trabaja para sus tres vinos. Ella es parte de Bodegas Bhilar junto con David, pero estos tres vinos llegan al mercado con una etiqueta propia: Struggling Vines.

Phinca Hapa Blanco está elaborado con un 82% de Viura, un 12% de Garnacha Blanca y un 6% de Malvasía. Las uvas fermentan con sus pieles en una cubeta de hormigón de 2.000 litros durante algo más de dos meses. Luego el vino se prensa y se coloca en fudres de 600 litros de madera francesa durante un año. En 2016 Melanie elaboró 2.300 botellas.

Phinca Hapa Tinto es un blend con un 94% de Tempranillo y un 6% de Graciano. Los racimos completos se fermentan en cubas de hormigón con las levaduras indígenas. Después de la fermentación, el vino se prensa y se cría en barricas de roble francés de 500 litros durante un año. En 2016 produjo 7.332 botellas.

Phinca San Julián es un tinto a a mezcla de 77% de Tempranillo, 14% de Graciano, 2% de Garnacha y 7% de Viura. Las uvas se seleccionan a mano y se colocan en barriles abiertos usando el 40% de racimos completos. El vino se prensa y fermenta sin adición de levaduras. Se cría barricas de roble francés de 225 litros durante un año. En 2016 se elaboraron 960 botellas.

La elaboración de estos vinos es siempre la misma: cosecha manual en cajas de 10 kg siguiendo una rigurosa selección de uva en el viñedo. Solo se agrega una pequeña cantidad de sulfitos antes del embotellado.

Tuve la oportunidad de probar los tres vinos de Melanie y al instante me enamoré de ellos. A ella siempre le gustó el estilo de David de hacer el vino blanco, siguiendo el procedimiento de los vinos tintos. Ninguno de ellos conocía el término Vino Naranja hasta que en 2014 durante una visita para presentar sus vinos en Nueva York. David explicaba cómo elaboraba sus vinos blancos y un sommelier les dijo que estaban haciendo Orange Wines. Posteriormente se documentaron para comprender el significado. Melanie quería ir un paso más allá y hacer su vino Hapa con un contacto más prolongado con las pieles después de la fermentación. Los dos meses de maceración hacen que degustar este vino sea una experiencia fantástica. Es un vino muy fino y elegante, con apenas un toque perceptible de madera y con una estructura y taninos que simplemente me encantan. El Hapa tinto es también un vino muy agradable, bien equilibrado con el uso de cubas de hormigón y barriles grandes que hacen que el vino muestre un alma muy distinta y absolutamente particular que llegas a adorar. Finalmente, en una copa de San Julián puedes descubrir el suelo del que proviene, su mineralidad y el espíritu y carácter de un vino biodinámico perfectamente hecho.

Los vinos de Melanie son realmente buenos pero difíciles de encontrar, debido a su producción limitada y a que principalmente salen al mercado exterior. Pero lo más importante es que reflejan la pasión y entusiasmo de una persona que cruzó medio mundo persiguiendo sus sueños, no sólo acerca de la elaboración del vino sino sobre la búsqueda de una nueva vida.

Pronto hablaremos con Melanie Hickman sobre sus vinos y su filosofía elaborando vino.

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Pepe Raventós: «Los vinos naturales han llegado para quedarse».

Recientemente hemos hablado de los vinos que Pepe Raventós está haciendo en un proyecto personal estilo vinos de garaje en su masía de Mas del Serral en el Penedès: Vinos Naturales by Pepe Raventós. Hoy hablamos con él acerca de este proyecto y de su pasión por la viticultura biodinámica.

Bon día, Pepe, y muchas gracias por tu colaboración. Siempre has estado ligado al vino y al cava a través de la bodega familiar Raventós. Qué te decidió a empezar un proyecto tan personal como Vinos Naturales by Pepe Raventós?

Hace 4 años, mi pasión por innovar constantemente me llevo a empezar a elaborar vinos naturales vinificados en el garaje de mi casa. Durante mis años de transición entre Nueva York y San Sadurní y, mientras seguía las reformas del antiguo Mas para hacer de él la casa de mi familia, comencé a experimentar con la elaboración de vinos lo más puros posible. Quería recuperar la masía tradicional penedesenca y allí crear unos vinos auténticos y experimentales.

Cuales son la señas de identidad de Vinos Naturales by Pepe Raventós?

Pureza, sinceridad, valentía y rigor. Rigor en el viñedo, valentía en mostrar lo que nos da la tierra sin maquillajes, sinceridad en mostrar la expresión más real de nuestras variedades, nuestros suelos y nuestro clima. Pureza por la mínima intervención que en ellos se produce.

Dos vinos tranquilos (Xarel·lo y Bastard Negre) y un espumoso ancestral (Xarel·lo). Por qué estos tres vinos?

Quería recuperar la manera de vinificar de antes. Aprender de nuestros antepasados, dejar hablar la naturaleza por sí misma. Por eso experimento con ánforas, cementos y brisados y evidentemente con el método ancestral, que es como antaño se elaboraban los espumosos, con la mínima intervención pero con variedades que conocemos perfectamente y que están fuertemente arraigadas a nuestra cultura y a nuestra zona.

La Xarel·lo nos permite experimentar e innovar con diferentes tipos de recipientes: cerámica, fudre, botella…

La Bastard Negre, una variedad casi perdida y que estamos intentando recuperar en la finca, nos permite experimentar con brisados.

Qué te ofrece la Xarel·lo para trabajar con ella de estas dos maneras?

La Xarel·lo es la variedad autóctona por excelencia de la zona y la que mejor se adapta a nuestro clima mediterráneo. Es una variedad muy austera, que da todo el protagonismo al suelo, un suelo casi único que otorga una gran expresión a todos nuestros vinos.

Cómo es la Bastard Negre y que te decidió a hacer un monovarietal con ella?

La Bastard Negre es la variedad que había históricamente plantada en la finca; creíamos que era Monastrell y a partir de los últimos análisis de microsatélite (ADN) descubrimos que era sinónimo de Morastel, Monastrell Verdadero o Monastrell Menudo, entre otros nombres. De esta variedad de origen dudoso se concentra la gran producción en la Rioja y Navarra pero encontramos esta variedad en todo el mediterráneo. Nuestra viña de BN se planto en 1974 y el material vegetal es una selección masal de la finca.

Es una variedad muy interesante que mantiene muy bien la acidez y de pH bajos, con múltiples facetas que nos permite innovar y experimentar con diferentes tipos de vinificación.

En Can Sumoi, una nueva propiedad de Raventós, elaboráis unos blancos ecológicos. Cuál es la diferencia entre los vinos de cada proyecto?

Podemos decir que en Raventós i Blanc elaboramos únicamente espumosos, de hecho, es la única bodega en la zona que elabora solo espumosos. Hemos adquirido una finca para elaborar los vinos tranquilos; la finca es Can Sumoi, en el Baix Penedés; una finca de altura situada a 600 metros sobre el nivel del mar, con variedades locales y con un origen de suelos únicos

Todo empezó en 2012, este año marcó un antes y un después en la familia Raventós i Blanc; dejamos de lado la denominación de origen Cava para sumergirnos en un nuevo sueño para nuestros vinos espumosos: Conca del Riu Anoia. Y de ahí surgió nuestra voluntad de encontrar un origen para nuestros vinos tranquilos. Después de años de transición y búsqueda, por fin, nuestra pasión vitícola nos llevó a la finca Can Sumoi, para elaborar vinos naturales con origen y acompañarlos en su camino obteniendo un fiel reflejo de la tierra donde nacen: la Serra de l’Home.

En Vinos Naturales by Pepe Raventós sigues los principios de la viticultura biodinámica. Qué es lo que más te atrae de ella?

Vivirla día a día!. Viviendo en la finca, aprendemos cada día de ella; y esto hace que la viticultura biodinámica que aplicamos vaya más allá de seguir las recetas Demeter para obtener un certificado. El resultado es apasionante. Hasta que no llevas tiempo practicando este tipo de viticultura y ves la vida que genera, en el suelo, en las plantas, en los animales, no te das cuentas de su importancia. Lo natural requiere lo natural. En la finca, todo lo que sacamos de la tierra, se lo devolvemos. Hay un equilibrio constante.

Cómo se refleja la biodinámica en tus vinos?

La biodinámica es una filosofía casi de vida; busca un mejor equilibrio del ecosistema global; y en consecuencia, mejorar la calidad del vino y la personalidad del mismo.

Seguramente tienen más vida, más energía.

Cómo es el trabajo en el campo con un caballo en lugar de maquinaria?

Fabuloso. Pasar cepa por cepa, junto a Bru, Nora o Françoise, sentirlas y conocerlas casi una a una, cuidando de no dañarlas, mimándolas tras casi 80 años de vida. Escuchar el ruido de la naturaleza, sin interferencias.

La primera añada fue 2015 para los vinos secos y 2014 para el ancestral. Qué evolución ha habido entre 2015 y 2016? Como se presenta la 2017?

Seguimos experimentando e innovando. Este es un miniproyecto, en el que nos permitimos arriesgar al máximo. Por ejemplo, el Xarel·lo 2015 lo hicimos con depósitos de cerámica y cemento, el 2016 con fudre de roble y ánfora de cerámica. Cada recipiente nos aporta algo nuevo, y ese descubrimiento constante es el que nos apasiona y nos hace seguir evolucionando.

Presentas tus vinos en varias ferias internacionales como la Raw Wine en Londres y Nueva York. Como acepta el público allí tu estilo de vino?

El público cada vez esta más interesado en los vinos naturales, es más que una moda; es algo que ha llegado para quedarse. Y esto solo es el principio. La gente está dispuesta a probar todo lo que se les presenta. Y mucho más si es orgánico o biodinámico. Nuestros vinos naturales no son para nada radicales y las dos añadas que hemos sacado al mercado han encantado.

Hay diferencia con la aceptación de tus vinos en España? Los asocia el público de alguna manera a Raventós o al cava?

Con este proyecto vamos poquito a poco. Las primeras añadas se vendieron casi todo fuera de España, no puedo valorar como ha acogido estos vinos el público español. Pero las ventas reflejan una buena aceptación.

Entiende mejor el público de fuera los vino naturales?

En todas partes existen entendidos y en todas partes existe gente con ganas de aprender. Pero quizás sí que en países como Francia o Alemania, su auge empezó antes, y en mercados como Nueva York hace ya años que se habla de los naturales y que existen restaurantes con cartas larguísimas de vinos sólo naturales.

Por qué tienen tan mala fama los vinos naturales en España?

Tienen mala fama? Yo encuentro que tenemos elaboradores buenísimos de vinos naturales. Si tienen mala fama, esto cambiará.

La producción de los tres vinos es muy limitada. Tienes planes de incrementarla o la mantendrás en esas cantidades?

No, como ya he dicho es un proyecto de experimentación, podríamos decir incluso que de relajación. Mis proyectos son Raventós i Blanc y Can Sumoi.

Veremos alguna nueva variedad incorporada a tu proyecto?

Por qué no? Siempre y cuando sea una variedad autóctona, pero como la Xarel·lo no hay nada y la Bastard nos permite mucha versatilidad, así que… Dejemos algo de misterio, te parece?

Qué estilo de vino te gusta beber cuando no estás trabajando?

Últimamente estoy muy puesto con los naturales.

Muchísimas gracias por tu colaboración, Pepe!!

Fotos (c) VN By Pepe Raventós

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Bodegas Gratias, vinos éticos, artesanos y naturales en Manchuela

Ver un viñedo a la caída del sol siempre es algo bonito, aunque sea noviembre y no queden ya uvas. Hay algo de paz y de calma en ese instante que simplemente de hace dejarte llevar y disfrutar el momento.

Y así fue como empezó mi visita a Bodegas Gratias, una bodega familiar situada en Casas-Ibáñez, Albacete. El nombre entero es Bodegas Gratias, Familia y viñedos, y están en la zona de Manchuela, aunque no dentro de la DO. Ana, Iván, José Armando y Silvia son quienes están detrás de este proyecto, con Ana, Ana María Gómez Sanz ejerciendo de enóloga. Una de las familias tenía viñedos de la variedad Bobal y un día, allá por 2007, junto con unos amigos decidieron elaborar el vino que entraba en una barrica para disfrutarlo entre ellos. El resultado fue lo suficientemente bueno como para decidirse en 2009 a hacer más vino y comercializarlo, cosa que sucedió dos años más tarde con su primera añada en el mercado.

En la actualidad controlan unas 10 hectáreas de viñedo de entre 30 y 80 años repartidos por varios municipios de la zona. En ellos trabajan sobre todo con la Bobal, y también con dos variedades autóctonas menos conocidas como son al blanca Tardana y la tinta Pintaílla (también Pintaíllo), llamada así por unas manchas de color morado en su piel rosada. Su filosofía es ecológica y natural, con el objetivo de hacer siempre que su producción sea sostenible. Y también tienen la convicción de hacer vino ético, es to es, un vino honesto para todos aquellos que participan en él, desde los agricultores a los que compran uvas hasta los consumidores finales, y en el que el precio que se pagan por las uvas por el vino final sea también honesto.

En la bodega trabajan con depósitos de inoxidable, con alguna barrica y también con tinajas, de esas elaboradas por el maestro Padilla de Villarrobledo (Albacete) y que ya henos visto que otros productores como Juan Piqueras, Nacho González de La Perdida o Elisabeta Foradori de Trento en Italia también utilizan.

Fueron estas tinajas las que me llamaron la atención cuando José Armando y yo nos pusimos en contacto, y probar esos vinos elaborados en ellas se convirtió en algo que había que hacer.

Ana me llevó a visitar varios de los viñedos en los que nacen sus uvas y después fuimos a ver la bodega, donde llaman la atención las tinajas, sobre todo una de ellas por su tamaña. Tenían otra de esa misma capacidad, pero debido a un problema en su apoyo, hace unos años explotó y se encontraron trozos de barro y vino repartidos por toda la nave.

De promedio, Gratias elabora unas 25.000 botellas al año. A continuación, del catálogo de vinos que elaboran probamos los que pasan por tinaja y el que hacen con la Pintaílla.

GOT 2015. Got, vaso en valenciano, es un Bobal 100% fermentado en depósito con cuatro meses de crianza en tinaja. 6.523 botellas de esta añada. Las uvas proceden de tres viñedos llamados Terroir Pepe, Terroir Paco y Terroir Sergio, cuyo nombre hace referencia al viticultor de cada uno de ellos.

TINAJA 2016. Bobal 100%, del viñedo situado en el Cerro de los Moñigos. Fermenta en tinajas y en las mismas hace una crianza de cuatro meses. 197 botellas.

ARROBA 2016, Pintaílla 100%. Vino sin crianza, con solo estancia en depósito de inoxidable. 557 botellas.

TERRA 2016. Este es su vino naranja, un vino elaborado con Tardana 100% y macerado con sus pieles durante un periodo de tres semanas. Posterior crianza en tinaja durante tres meses. 300 botellas.

Los vinos resultaron muy correctos, sobre todo mostrando el carácter de la variedad. La Bobal es una uva que bien cuidada como hacen ellos ofrece vinos muy apetecibles y fáciles de beber. La Pintaílla resultaba muy curiosa, una uva muy particular de esta zona, y el naranja, Terra, ofrecía unos toques de la tinaja que lo hacían muy particular. En general son unos vinos que están muy bien y que se dejan beber.

Pronto hablaremos con Ana Gómez acerca de su vino ético y de su filosofía vitivinícola.

Algunos fotos, (c) Bodegas Gratias

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Pequenos Rebentos, descubrimiento naranja en Portugal

Tú que me lees sabes que siempre estoy a la búsqueda de vinos diferentes, vinos que me hagan vibrar al beberlos. Me apasionan los vinos naranja, y cada vez más los vinos naturales y biodinámicos, aunque no soy un talibán de ellos y bebo otras cosas que sí contienen sulfitos sin que se me erice el vello. Pero no me gustan los vinos extremos ni demasiado radicales. Me gustan los vinos bien hechos, con un buen balance y una buena estructura, aunque creo que esto es algo muy general.

También sabes que me gustan mucho los vinos del Friuli en Italia y de la parte de Goriška Brda en Eslovenia. Es allí donde he encontrado mi paraíso, cuyos vinos me elevan a las más altas cotas de satisfacción, tanto los naranja como los blancos secos, los tintos y los espumosos. A mi amigo Richard siempre le digo que podría pasar el resto de mis días bebiendo solo los vinos de estas dos zonas.

Pero hay que seguir abriendo horizontes, buscando nuevas cosas y probando nuevos vinos. Y a veces, el vino llama a tu puerta. O a la mía, mejor dicho. Esto es lo que me ocurrió hace poco con un productor portugués de la zona de Vinho Verde. Resulta que este productor elabora un vino naranja y me ofreció la posibilidad de probarlo, y claro, quien soy yo para decir que no a un vino naranja de Portugal?

Márcio Lopes es ese elaborador. Empezó su carrera trabajando con el maestro Anselmo Mendes en Melgaço (una subregión de Vinho Verde situada en el norte de Portugal) con el Alvarinho y posteriormente viajó a Australia. Ya desde su vuelta en 2010, Márcio trabaja en dos zonas portuguesas en las que tiene sus propios proyectos: Pequenos Rebentos en Vinho Verde y Proibido y Anel en el Duero. Desde 2017 Márcio cuenta con otro proyecto en la Ribeira Sacra en Galicia que acaba de empezar y cuyos vinos se encuentran haciendo su crianza en barricas.

En la región del Vinho Verde, Márcio trabaja con las variedades Alvarinho y Trajadura, dentro de la subregión Monção y Melgaço. En 2016 comenzó a trabajar con las variedades Loureiro, típica del Valle del Lima, y ​​Avesso, del Valle del Tâmega. También elabora vino tinto con las variedades Cainho Tinto, Pedral y Alvarelhao (Brancellao). Los viñedos en Melgaço tienen más de 80 años y están preparados en pérgola mientas que en Azal, donde las viñas tienen más de 90 años, se preparan según la “Vinha de enforcado”, el sistema de viticultura más antiguo de la región en el que las vides pueden alcanzar los 8 metros de altura. Aquí es donde Márcio ha usado ánfora por primera vez para la crianza de sus vinos y espera sacar la primera añada al mercado ese mismo año. En la actualidad cuenta con 5 hectáreas de viñedo que, cada vez más, trabaja de modo ecológico. Además, es aquí donde intenta recuperar viñedos muy antiguos.

Los vinos Proibido y Anel, elaborados en el Douro, tienen su origen en viñas de entre 40 y 80 años. En esta zona Márcio busca siempre variedades en desuso, intentando reavivarlas y hacer con ellas vinos diferentes. Trabaja con las variedades Donzelinho Tinto, Rufete, Bastardo, Mourisco, Amor nao me deixes, Souson, entre otras para Proibido Tinto, y Rabigato, Verdelho, Terrantez (Folgazão), Codega, Dona Branca para Permitido Branco. Touriga Nacional y Touriga Franca son las variedades que utiliza para hacer Anel.

Como Márcio dice, el trabajo en el Douro, en Vila Nova de Foz Côa, cerca de la frontera con España, es muy duro y todo se hace a mano y con la ayuda de un caballo. Nada más.

Otra de las características de Márcio es que elabora muy pocas botellas de cada etiqueta. Los Vinhos Verdes son los que más elabora, actualmente unas 55.000 botellas al año, mientras que en Douro elabora unas 15.000 botellas.

Y hablábamos de su vino naranja. Lo elabora en Vinho Verde y se llama Pequenos Rebentos À Moda Antiga, del que he catado el 2016. Es un vino elaborado a partir de uvas Alvarinho 40%, Avesso 30% y Arinto 30%, de un viñedo de suelo granítico ubicado en Amarante. El mosto fermenta y macera con las pieles durante unos seis días, y posteriormente envejece sobre sus lías nueve meses en barricas usadas.

Al catarlo, este vino responde al criterio que he mencionado en el primer párrafo. Me parece un vino muy bien hecho en el que las pieles se notan lo justo, que es como me gusta. Resulta fino, con un ligero toque a fruta blanca de hueso, unos taninos finos y no muy marcados, con una buena acidez y cuerpo en boca. En definitiva, un vino que no está tan marcado por la elaboración como para pensar que no sea un Vinho Verde al uso.

En opinión de Márcio, este vino tiene “un fuerte carácter varietal, rústico y fresco, con la mineralidad que aprecio en estas variedades, reflejando el gusto antiguo. Me gusta experimentar y las experiencias deben ser compartidas”.

Pequeños Rebentos a la Moda Antigua será siempre una edición especial, embotellada en una cantidad limitada de botellas (1.265 en 2016) siempre que la calidad esté a la altura de las exigencias.

Pronto hablaremos con Márcio Lopes sobre sus vinos y su filosofía vitivinícola.

Fotos (C) Márcio Lopes

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Klinec, un Grand Cru en Goriška Brda, Eslovenia

Medana es uno de esos pequeños pueblos de los que te enamoras al instante. Es un sitio muy  agradable y pequeño, en la cima de una colina, como muchos pueblos en esta zona de Goriška Brda en Eslovenia. Pero lo que llama su atención es que tiene casi tantas bodegas de gran calidad como casas. Y eso es lo que hace que me apasione disfrutar de este pueblo una y otra vez. Y luego otra.

Simona y Aleks Klinec son los propietarios de una de estas bodegas, Klinec, que cuenta también con un bed and breakfast y un restaurante. Todo es parte de una gran experiencia, ya que cuenta con unas magníficas vistas. Desde la terraza se puede apreciar el Collio italiano y ver el mar Adriático y puedes dormir cómodamente antes o después de hacer una cata de los vinos que elaboran. Pero lo mejor de todo es que son una pareja encantadora que te hacen sentir en casa desde el primer momento.

Medana se encuentra justo frente a San Floriano di Collio (Italia), apenas separados por un puñado de kilómetros. En la parte delantera el Adriático no queda lejos de aquí, poco menos de 22 kilómetros en línea recta, y en la parte de atrás están los Alpes Pre-Julianos. El suelo de los viñedos es el típico Opoka local (Ponca en italiano), marga arcillosa originada en el Plioceno y rica en sedimentos marinos.

Medana es también una de las principales zonas de Eslovenia para la producción de vino. En 1787, durante el reinado de María Teresa, archiduquesa de Austria y reina de Hungría y Bohemia, emperatriz y esposa de Francisco I, emperador del Sacro Imperio Romano, se creó una clasificación para establecer los mejores lugares para la elaboración del vino. En un rango de I a VIIII, Medana fue clasificado como I, equivalente a un Grand Cru. El fondo de las etiquetas de los vinos de Klinec muestra el documento de esta clasificación.

La filosofía de Aleks en el viñedo y en la bodega es orgánica. Todo lo que hace es respetuoso con la naturaleza y el verdadero carácter de los vinos. Apenas utiliza sulfitos, y sólo llegan al vino antes del embotellado para ayudar a hacer el viaje hasta su lejano destino final, ya que la mayor parte de su producción se vende en el extranjero.

Aleks produce cinco vinos blancos y dos tintos. Antes de que me preguntes, te diré que si, todos ellos son tremendamente increíbles. Los blancos están todos macerados con las pieles. Cuatro de ellos son monovarietales y el quinto es un ensamblaje. ¿He dicho maravillosos? Es que de verdad lo son. Los dos tintos son ensamblajes basadas en Merlot.

Mi visita comenzó muy en serio. Primero Aleks trajo un poco de jamón y queso. Luego trajo dos botellas, se fue, trajo dos más. Mientras tanto, disfrutaba de la puesta de sol a mi espalda. Muy bonita y muy tranquila, como se puede ver en las fotos.

Comenzamos catando el Rebula 2014. En Goriska Brda/Collio sigo buscando un productor de vino que haga algo que no sea una obra maestra con esta variedad y todavía no lo he encontrado. Y eso que me afano en encontrarlo pero no hay manera. Aleks es un artista con esta uva. Después seguimos con el Jakot 2014, la variedad Friulano local que desde 2007 no se puede llamar Tokaj Friulano debido a las disputas legales con los húngaros por el uso del término Tokaj. Por tanto, muchos productores usan la palabra Tokaj escrita al revés. Otro gran vino, por supuesto. Después probamos el Malvazija 2014. En esta zona, que antiguamente se conocía como Istria y que incluía partes de Eslovenia, Italia y Croacia, la Malvasía ofrece un carácter impresionante. El cuarto vino monovarietal blanco fue un Pinot Grigio. Esta es una variedad que cada vez que la pruebo la disfruto más. El vino que Aleks elabora con ella se llama Gardelin y catamos la añada 2013, ya que en 2014 no lo hizo.

Para rematar los vinos blancos, Aleks abrió su vino más especial. Es un vino que no se hace todos los años, ni siquiera se hace casi todos los años. Lo cierto es que en los últimos 12 años sólo lo ha elaborado dos veces. Ortodox 2006 es un ensamblaje de Verduzzo, Rebula, Malvazija y Friulano. Aleks solo tiene una pequeña cantidad de vides de Verduzzo, que es la base de este vino. Cuando la cosecha no es tan buena, guarda el vino para la siguiente y así sucesivamente hasta que se lo mezcla con las demás variedades. La siguiente cosecha que elaboró ​​el Ortodox fue 2013, que está todavía en barrica. Entre esos dos años, nada de nada. Y que no se me olvide, el vino es espectacular.

Después de probar los vinos blancos en el restaurante, bajamos a la bodega. Aleks tiene grandes barriles para envejecer los vinos y, lo que es más importante, la madera es de acacia y no de roble y es donde el vino permanece durante tres años antes de ser embotellado. Probamos los vinos blancos de las cosechas de 2015 y 2016, incluso algunos de 2017. Luego, en otra sala, disfrutamos, y disfrutamos es una palabra que apenas describe lo que hicimos, los vinos tintos. Ambos vinos son Merlot 60%, Cabernet Sauvignon 30% y Cabernet Franc 10%. Primero hicimos el Quela 2011. Un vino muy muy rico. Pero la verdadera expresión del Merlot en esta zona fue el Mora 2009. Un vino excepcional con dos años más de crianza.

Aleks es un anfitrión increíble. La hospitalidad y amabilidad son dos grandes cualidades en él. Es además muy instructivo y contó muchas historias que hicieron de la visita una gran experiencia. Incluso logró conseguir esa puesta de sol mientras le esperaba. Absolutamente asombroso. Pero lo mejor es el orgullo y pasión que siente por sus vinos .Eso no tiene precio.

Pronto hablaremos con Aleks Klinec sobre sus vinos y su filosofía enológica.

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