Imanol Garay, las emociones de un vino

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Imanol Garay

Recientemente hablamos sobre Alfredo Egia, un vigneron artesano vasco que elabora unos Txakolis que hacen las delicias de quienes los prueban. Recuerdo que terminé el artículo diciendo que uno de sus vinos, Hegan Egin, me parece no solo uno de los mejores Txakolis que he probado sino también uno de los mejores vinos blancos que conozco. Alfredo hace este vino en colaboración con Gile Iturri e Imanol Garay.

Hoy quiero hablar de este último. Quién es Imanol Garay? Esta es una pregunta difícil de responder. No porque decir quién es sea algo complicado, sino porque describir a Imanol es otro asunto. A Imanol no lo describes con palabras, sean adjetivos o sustantivos. A Imanol tienes que describirlo con emociones, con sensaciones, con sentimientos. Factualmente, Imanol es un donostiarra que elabora vinos naturales en Francia cuya filosofía está basada en dejar que los vinos hagan su vida. Antes de conocerle había leído que uno de sus vinos blancos, Ixilune, había salido al mercado en su última añada como un ancestral. El motivo para ello es que Imanol no hace nada con sus vinos, sino que como he dicho deja que ellos sigan su camino. Ixilune no terminó la fermentación ese año, así que lejos de arrancar la fermentación con un pie de cuba decidió sacarlo tal y como el vino había decidido ser. Es que esa y no otra es la filosofía de Imanol: dejar que sus vinos se muevan por el camino que elijan sin que él intervenga en su desarrollo.

Pero Imanol no es sólo otro elaborador de vino natural más. Ya sabemos todo lo que se dice de los vinos naturales y hemos hablando mucho de ello, tanto aquí por escrito como en persona en incontables ocasiones. Imanol Garay no tiene nada que ver con todo eso, todo lo contrario. Para empezar, Imanol tiene el don de expresarse con la palabra. Este es un don que tiene muy desarrollado y que consiste sobre todo en que cuando empieza a hablar, sea de sus vinos, sea de música u otro asunto, te encandila desde el primer momento. Luego tiene otro don mucho más especial: Imanol es de esos pocos elaboradores que se expresa por medio de sus vinos. Un pintor puede hablarte de colores y luego enseñarte un lienzo en el que están reflejadas esas tonalidades. Un pianista te habla de codas y luego las plasma en un piano. Imanol te habla primero de sensaciones, de emociones, de sentimientos, de su interior. Luego te da a probar su vino. Entonces te das cuenta de que en la copa no hay aromas primarios o secundarios, malolácticos, frutales, florales. En la copa hay pasión, hay infancia, hay adolescencia, hay madurez, percibes los últimos rayos de sol durante el ocaso, está el frescor de la neblina del alba, la caricia del viento entre los árboles, las nubes rodeando la cima de una montaña, recuerdos de tu niñez cuando salías a jugar al campo y los aromas de verano te embriagaban. Todo ello está en sus vinos, y para poder captarlo Imanol te guía y te ayuda a hacerlo.

Para conocer a Imanol y su proyecto nos fuimos a Francia, que es donde vive y hace sus vinos. Para ser más exactos, en la comarca del Bearn, muy cerca de Orthez. Allí hay un pueblo llamado Maslacq, pueblo muy pequeño pero que cuenta con su propia rotonda y en el que nunca sospecharías que hay una bodega. Ni siquiera estando parados en el coche frente a ella, que es hasta donde nos llevó el GPS. Aún así, tuvimos que confirmar con él que habíamos llegado.

Como he comentado, Imanol trabaja de forma artesana y natural. Y trabaja de una manera excepcional. Hay que probar sus vinos y dejar que se apoderen de ti. Porque eso es lo que hacen. Sus blancos me gustan mucho. Ya he hablado de Hegan Egin. Su Ixilune es un vino que llevaba mucho tiempo en mi lista de pendiente y por fin pude probarlo. Es un vino elaborado con Raffiat de Moncade 50%, Petit Manseng 25% y Petit Courbu 25%, que hace una crianza de unos seis meses en barrica. Todo ello depende del año y del vino, por supuesto. No hay reglas escritas para hacerlo. Y la verdad es que me emocionó mucho poder probarlo con él. Es un vino muy personal, no en el sentido de que lo elabora Imanol siguiendo su criterio, sino que es un vino que hay que probar y conocer porque no es como otro. Probamos una añada en la que el vino era tranquilo y probamos también el ancestral.

Antes de seguir tengo que repetir que los vinos de Imanol son pura emoción. Puede que pienses que me dejo influenciar por él y por la visita y no te voy a negar que puedas tener razón. Es que ves a Imanol subido a la segunda fila de barricas para sacar un poco de vino y allí sentado empieza a hablarte del vino. Mientras lo probamos no te habla del porcentaje de cada variedad o de cuánto tiempo lleva en la barrica. Te explica las emociones que transmite el vino. Qué quieres que te diga? A mí me emocionan sus vinos. Y él también, qué demonios.

Catamos más cosas. Tiene Imanol otro blanco elaborado únicamente con Raffiat de Moncade que era una maravilla. Para que veas que no me ciego, una añada embotellada estaba muy tapada, con unos aromas que no me gustaban pero la añada que tenía en una barrica era pura magia. Esa era otra historia.

Probamos también tintos. Imanol elabora un vino con Garnacha de Aragón. Luego tiene también Cabernet Sauvignon y Trapat. Entre sus tintos me voy a quedar con Abiatu, Cabernet Sauvignon y Tannat. Abiatu es un vino que me atrapó desde el primer momento que cogí la copa. No preguntes por qué. No lo sé. Solo sé que mientras Imanol hablaba sobre el vino, yo sentía lo que el vino me estaba transmitiendo: emociones. El vino me abrazaba. Aún ahora lo recuerdo y sigo con esa emoción que sentía en la copa. Una nariz embriagadora y tan personal que no podía dejar de olerlo y catarlo una y otra vez. Su Tannat todavía en barrica también me gustó mucho mucho.

Comimos en la bodega rodeados de las barricas y entonces Imanol se puso a tocar un piano que tenía allí. Y el tiempo se paró. También en lo de tocar el piano Imanol es autodidacta. Y al igual que con los vinos, te hace disfrutar.

Al final no puedo decir qué fue lo mejor de aquel día tan especial. Puede ser sus vinos blancos, puede ser sus vinos tintos. Incluso puede ser escucharle tocar Txori Txoria de Mikel Laboa. Pero creo que lo mejor fue todo, fue tener la suerte de compartir un día con Imanol Garay.