Hoy tengo día de opinar. Esta web está dedicada a los vinos naranja, los vinos elaborados en ánfora y los vinos naturales. No me considero por ello un fundamentalista de estos estilos. Hay aficionados al vino que ven en la etiqueta las palabras Reserva o Gran Reserva y ello les da una garantía de calidad. A mí me pasa eso mismo cuando veo un sello de Agricultura Orgánica, Demeter o Triple A. Nada en sí mismo dice que lo que hay dentro de la botella me vaya a gustar, pero cualquiera de esos tres sellos es un buen punto de partida. Es cierto que casi todos los que he probado son vinos que me atrapan, que me hacen disfrutar mucho de una copa. Son vinos que no me dejan indiferente. Algunos me fascinan, otros no tanto, hay vinos que no compraría más, pero sobre todo me gusta el toque diferencial que tienen. Lo que me gusta de ellos es que cuando menos reflejan la pasión de quienes los hacen, con todo lo que ello implica: ilusión, respeto por la tierra, el modo de elaboración, etc. Al igual que sucede con la elaboración tradicional del vino, aquella de prensa, fermentación, acero inoxidable y crianza o no en madera, los vinos naturales, orgánicos, biodinámicos y naranjas también pueden ofrecernos muchas cosas.
En la actualidad hay una corriente de opinión sobre estos vinos que los critica por ser una moda, por ser vinos con muchos defectos, por ser vinos que un día están buenos y otro día están malos. Que son vinos turbios y lleno de posos y que además huelen a eso que algunos llaman “jaula de ratones” o “aliento de perro”. Como en todo, en el punto medio está el equilibrio. No todos los elaboradores de vinos naturales hacen vinos extremos. De hecho, hay vinos orgánicos que mucha gente nunca diría que no son buenos. No podemos afirmar que el elaborador extremo es el que hace 10.000 botellas al año y que si otro elaborador hace 100.000 botellas al año no puede ser un vino orgánico. Como aficionados al vino, lo mejor que podemos hacer es probar de todo y luego hacernos nuestros esquemas mentales. No antes de probar.
El mundo del vino ofrece una gran cantidad de estilos, suficientes para que cada uno pueda encontrar el que más le guste. Hay muchos estilos que me gustan aunque también hay otros tantos que no. Hay muchos Riojas o Riberas que me gustan mucho y que nunca me canso de beber, pero no por ello voy a dejar de lado otros vinos que pueden fascinarme por igual. Hay muchos vinos naranja finos, elegantes y muy bien estructurados. Me gusta que el vino me agarre, me sorprenda, me transmita algo y sobre todo me gusta probar cosas nuevas.
Solo en España hay en torno a 70 Denominaciones de Origen. Burdeos tiene 60, Borgoña tiene 100 y en Italia hay más de 1.000 variedades de uva ¡más de 1.000! Hay tanto por probar. A veces me cuesta entender a quienes no están interesados en probar algo nuevo y que siempre son fieles a una misma etiqueta, año tras año, que les gusta que el vino siempre sepa igual. A pesar de no compartir visión, no hay nada que decir porque como decía al principio, cada uno decide lo que le gusta. También soy consciente de que hay estilos de vino, como el Oporto, el Champagne o el Jerez, entre otros, en el que muchos elaboradores buscan una homogeneización en sus añadas porque eso es lo que ofrecen. Hay muchas bodegas con un público fiel que quiere encontrar siempre lo mismo, saber que no les va a fallar su vino favorito.
Hablaba al principio de sellos certificadores de vinos naturales. Uno de ellos es Tripe A. Un grupo de productores de este estilo de vinos creó en Italia una agrupación destinada a velar por sus intereses a la que llamaron Triple A. Esta asociación engloba en la actualidad a elaboradores y bodegas de Alemania, Austria, Croacia, Eslovenia, España, Francia, Georgia y Grecia, además de Italia.
Triple A es más un movimiento que una asociación y su nombre hace referencia a las tres A que representan su filosofía: Agricultores, Artesanos y Artistas. Este movimiento se originó como contraposición a la estandarización creciente que se puede apreciar en el mundo del vino. Cada vez más, las técnicas usadas en el viñedo y en la bodega, como productos de síntesis y levaduras secas activas, tienden a eliminar la expresión de la huella y el carácter del viñedo además de la personalidad del viticultor.
«A» de Agricultores referida a la relación adecuada entre la persona y el viñedo, a obtener una uva sana y madura con una intervención agrónoma natural, sin pesticidas, tratamientos químicos o añadidos externos al vino o la uva.
«A» de Artesanos referida a la capacidad para actuar sobre un proceso vitícola y enológico que no modifique la estructura de la uva ni del vino.
«A» de Artistas referida a la sensibilidad artística de los elaboradores sobre su propio trabajo e ideas, que da vida a un vino que refleje el terroir del que procede.
En 2003 Luca Gargano creó el manifiesto que representa al grupo. Un vino Triple A proviene de una vinificación lo menos intervencionista posible. Debe realizarse una selección manual de la futura vid por selección masal, sin uso de sustancias químicas. Debe respetarse el ciclo vital de la uva para obtener su maduración fisiológica y completamente sana. Los sulfitos pueden utilizarse en cantidades mínimas sólo en el momento del embotellado. Las levaduras han de ser autóctonas y durante la fermentación no pueden corregirse los niveles del vino, como acidez o azúcar. Tampoco se clarificará ni filtrará el vino antes de embotellarlo.
Puede que pensemos que estos elaboradores trabajan su vino escondidos en un garaje, pero si nos detenemos un poco y miramos quienes forman este movimiento veremos que lejos de este prejuicio hay grandes e importantes productores en los países mencionados. Solo por mencionar a algunos de ellos, en Italia tenemos a Arianna Occhipinti en Sicilia, Denis Muntanar en Friuli, La Stoppa en Emilia-Romagna, Emidio Pepe en Abruzzo y Carlo Viglione en Barolo. En Eslovenia tenemos a Cotar y Movia. Pierre Overnoy (Jura), Château Le Puy (Burdeos) y Huet (Loira) son algunas de las bodegas de Francia. Giorgio Clai en Croacia, Château Musar en Líbano, Our Wine, Zurab Topuridze y Iago Birarishvili en Georgia, Immich-Batterieberg en Alemania, Weninger y Wimmer-Czemy en Austria y Barranco Oscuro y Esencia Rural en España.
Éste es solo uno de los tantos movimientos que hay en la actualidad. Fuera de él, tenemos otros muchos productores que han adoptado, o están en proceso de hacerlo, estas técnicas de elaboración como Josko Gravner, Il Carpino y Damijan Podversic en Italia, Andreas Tscheppe, Sepp Muster o Roland Tauss en Austria, Daterra Viticultores, Rafa Bernabé, MicroBio Wines, Vinos Ámbiz, Venus La Universal, en España, Château Renard en Jura o Milan Nestarec en la República Checa, por nombrar sólo a unos pocos.
Seguir las reglas biodinámicas imperantes en Triple “A”, la agricultura orgánica o ecológica no garantiza que el vino vaya a ser bueno. Que se haya utilizado en la elaboración de un vino barricas de nuevo uso o en su sexto año, vendimia manual, filtrado y clarificado o no, botellas más largas o más pequeñas nunca garantizará que el vino que vayamos a comprar nos guste. Todo influye, por supuesto, pero son partes de un todo, y seguir unos pasos un año puede hacer que un vino sea bueno y los mismos pasos al año siguiente podrán darnos como resultado un vino no tan bueno. En el mundo del vino nada es garantía de éxito porque hay infinidad de cosas que influyen en el resultado final. Hay muchos modos de elaboración, unos más acordes que otros con nuestros gustos y no por ello son más o menos correctos.
Al final, de lo que se trata es de poder disfrutar el vino que tenemos en la copa.
Todo lo demás son fuegos artificiales.